Capítulo 4

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Olivia

Al día siguiente, regresé a su departamento a la misma hora; justo a la media noche, pero esta vez ya no sentí temor, ni nerviosismo. Ya fue como si estuviera llegando a mi casa.

-Hola cenicienta- la saludé desde la puerta de su habitación- te traje tu cuento.

Entré.

Mercedez en esta ocasión dormía en posición boca abajo y me hizo recordar a Mauricio, él también dormía de esa manera y si ella odiaba mi amistad con él, en definitiva yo odiaba su perfecto rostro y su perfecta nariz. Porque aun sin maquillaje y con algunos cabellos sobre el rostro se veía muy guapa. Capturé una fotografía con mi celular.

-Mañana traeré mi cámara. Tienes buen perfil- comenté.

Y como toda su habitación estaba alfombrada, tomé asiento sobre el suelo quedando frente ella.

-Siempre le dije a Mauricio que tú eras la cenicienta- comencé a hablar- ¿y sabes por qué? porque confeccionas tu propia vestimenta y porque imagino tu taller lleno de ratoncitos que te ayudan a coser o pegar botones- reí- es tonto, lo sé- y después me invadió la melancolía- y no entiendo porque me odias tanto, si al final las dos nos quedamos sin Mauricio- y antes de soltar el llanto, regresé al tema inicial- y por esa razón te traje tu cuento- lo mostré- ¿me dejas leértelo?

Todo continuó en silencio.

-Okey, no tienes que insistirme- tomé mi celular para encender la linterna y leer mejor- hace muchos años, en un lejano país, había una preciosa muchacha de ojos verdes y rubia melena- la miré- tú no tienes ojos verdes, ni tampoco eres rubia, pero aun así eres muy bonita- continué la lectura- además de bella, era una joven tierna que trataba a todo el mundo con amabilidad y siempre tenía una sonrisa en los labios- volví a mirarla- en definitiva, eres la cenicienta aunque me gustaría que esa amabilidad también alcanzara para mí- le sonreí- quizá más adelante.

Continúe leyendo hasta terminar el libro. Después salí de su habitación, puse en reproducción una lista musical a través de mi celular, lavé los trastes sucios que había en la cocina y luego acomodé algunas de sus cosas que para mí estaban en desorden. Dormí un par de horas y a las seis de la mañana en punto, me marché.

Cada noche me emocionaba más ir a visitar a Mercedez, me entusiasmaba pasar tiempo con ella aunque sea de esa manera. En ocasiones le contaba de mi día, de mi trabajo. Otras veces leía su cuento, pero también empecé a incluir poesía o noticias del mundo de la moda, ese mundo que Mercedez amaba y que había olvidado por el dolor que le causaba no tener a Mauricio. Y con la partida de él, me vi en la necesidad de contratar a un fotógrafo, el cual me ayudaba con los eventos fuera de la ciudad porque por Mercedez no podía alejarme, mucho menos asistir a sesiones que tuvieran varios días de duración.

-Buenas noches cenicienta- entré a su habitación y como siempre, ella dormía. Me senté sobre en el suelo- perdón por llegar un poco tarde, pero como te comenté ayer, hoy fue el cumpleaños de mi sobrino y me tocó ser su fotógrafa personal. Un consejo, jamás le preguntes a un adolescente ¿te puedo tomar una foto? Porque para ellos una es relativa y entienden que es una foto que a ellos les guste como salieron- respiré profundo para liberar la frustración del día- en fin, ahora quisiera contarte algo. Este sobrino en cuestión, hace unos años fue diagnosticado con trastorno por déficit de atención e hiperactividad- busqué en mi mochila- y mi hermana tiene infinidad de estas cosas- le mostré una revista- y en los únicos quince minutos que tuve de libertad, la hojeé y me encontré con esto- abrí en poco más de la mitad para según yo, mostrarle- es un reportaje de varios atletas de renombre que en la infancia o adolescencia fueron diagnosticados con el mismo trastorno de mi sobrino, lo que me hace pensar en algo. Quizá los padres de todos ellos, buscando una actividad para canalizar toda la energía de sus hijos, encontraron en el deporte a su mejor aliado y pienso que si tú hicieras durante el día algo más que ver películas y series en netflix, podrías dejar de depender de las pastillas para dormir. Tienes que cansar tu cuerpo y tu mente para que al final del día el agotamiento se apodere de ti y bien lo dice un dicho, si no eres parte de la solución, eres parte de problema así que pasé de rápido al estudio y te imprimí unos folletos- volví a buscar en mi mochila para mostrarle- son de varios gimnasios cerca de aquí y de donde está tu taller. Actualmente ofrecen distintas actividades desde clases de baile, artes marciales hasta acondicionamiento físico y con un horario bastante amplio. Mañana que me vaya los dejaré en tu puerta- los guardé- y esta noche te leeré algunos reportajes para que encuentres la motivación que quizá te hace falta- volví a sujetar la revista.

Mercedez

Siempre que despertaba, encontraba mi habitación y mi departamento más limpio de lo que recordaba que lo había dejado. No tenía trastes sucios, no había ropa o cosas tiradas por doquier. Mis bocetos y revistas estaban siempre bien ordenados. Fue cuando empecé a creer que los antidepresivos o las pastillas para dormir me estaban provocando sonambulismo y a la medianoche me levantaba a ordenar todo a mí alrededor.

Y esa mañana en particular me sentía más cansada de lo normal, era como si dormir toda la noche no hubiera sido suficiente para mi cuerpo. Solo me levanté para ir por un vaso con agua y regresé a la cama. Después de eso, escuché la puerta de mi departamento abrirse.

-¡Merci!- reconocí la voz de Priscila.

-En la habitación- respondí.

Ella llegó y tenía unas hojas entre sus manos.

-Buenos días- saludé- ¿qué me trajiste?- me sentí como una niña de cinco años preguntándole a su mamá al verla llegar.

-Solo son folletos que dejaron debajo de tu puerta.

-¿De qué son?- me reincorporé para sentarme y recargar mi espalda sobre la cabecera de mi cama.

-De gimnasios.

-Déjame verlos.

Me los entregó y los revisé.

-Pris ¿te inscribirías a alguna clase conmigo?

-Pero a ti no nunca te interesó hacer ejercicio.

-Podríamos tomar clases de otras cosas, como de baile por ejemplo.

-¿Estás hablando en serio?

-Sí, quisiera estar más activa. Comienzo a pensar que ahora mi depresión es por estar tanto tiempo encerrada.

-Infinidad de veces Memo y yo te hemos invitado a salir de paseo o a comer fuera y siempre nos rechazas.

-Lo sé, pero a veces siento pena con tu esposo, siento que te demando demasiada atencion.

-Él sabe que somos amigas- sujetó mi mano- y ahora mas que nunca me necesitas.

-¿Entonces? ¿Vamos al gimnasio?

-Si eso te hará sentir mejor, hagámoslo.

-Gracias- me acerqué para abrazarla- ¿te quedas a desayunar conmigo?

-Solo si hoy cocinas tú.

-¿Y después me acompañas a pedir información? Podemos hacer todas las actividades que quieras.

-Ahora que lo mencionas- Priscila observó uno de los folletos- siempre quise aprender a defensa personal.

-Ahora que lo mencionas- Priscila observó uno de los folletos- siempre quise aprender a defensa personal

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