Capitulo 5

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Lauren

El día que se llevó a cabo la feria del libro en la ciudad, Ceci y yo estuvimos presentes. El mismo personal de la feria organizó una firma de autógrafos con Lorena y el único requisito fue adquirir una copia de su libro; no me dolió gastar parte de mis ahorros.

—Hola Lorena— saludé al estar frente a frente— estoy muy emocionada de conocerte— comenté y ella sonrió.

—¿Cuál es tu nombre?— interrogó.

—Lauren, como la de tu libro.

—¡Wow! ¿En serio?— expresó visiblemente alegre.

—Me lo puso mi madre.

Su mano izquierda sujetó un bolígrafo de tinta indeleble y con la derecha abrió el libro.

—¿Y qué edad tienes?— me cuestionó.

—Diecisiete, ¿y tú?— interrogué— disculpa, no quise preguntar— me retracté.

—Tengo treinta y siete años— volvió a sonreír.

Comenzó a escribir sobre la primera hoja del libro.

— ¡Oh, eres zurda!— expresé, yo también lo era y siempre me causaba una inexplicable felicidad conocer a gente similar.

—Es un legado familiar, casi, casi como una herencia— respondió mientras garabateaba.

—En mi casa todos son diestros y a veces siento que soy la oveja negra.

—Deberíamos tener miedo de ser iguales, no de ser diferentes— me entregó el ejemplar y al hacer ese movimiento, en la parte interna de su brazo izquierdo, vislumbré un tatuaje y cuando Lorena me descubriendo mirando esa parte de su cuerpo, acomodó las mangas de su suéter.

—Podrías firmar esta hoja también— pedí.

Abrí el libro y detrás de la portada estaba la dedicatoria y una frase: sé cómo la luciérnaga, aunque pequeña, emite su propia luz.

—Es que, por el título del libro, siento que todo fue escrito para mí.

Dudó, pero firmó la hoja solicitada.

—¿Qué edad me dijiste que tenías?— reiteró su pregunta.

—Diecisiete.

Me dio la impresión que estaba por decirme algo más, pero una persona del staff me pidió avanzar; había más gente esperando pasar.

Lorena me devolvió el ejemplar y me despedí. Caminé para salir del tumulto de gente reunida por verla.

—¿Cómo te fue?— Cecilia aguardaba por fuera.

—Lorena tiene un tatuaje en su antebrazo izquierdo.

—¿Y cuál es?

—Mi fecha de nacimiento.

—¿Eso significa que...?

—Todo parece indicar que Lorena Torres Hernández es mi madre biológica.

—Bueno, ¿y ahora qué?

—No sé, Cecilia. No sé— respondí frustrada. Moria de ganas por resolver esta encrucijada.

—¿Y si le muestras la hoja? La que te dejó.

—Necesitaría comprar otro libro para volver a pasar con ella y ya no traigo dinero. Solo tengo lo del taxi de regreso a mi casa.

—O podemos investigar en que hotel está hospedada.

—¿Y a quien le preguntamos?

—A alguien del staff.

—No conocemos a nadie.

—Déjamelo a mí— sin duda, Cecilia era la mejor cómplice que podía tener.

Observé como caminó hacía la carpa donde aún permanecía Lorena y luego la vi platicar con unos chicos que portaban playera negra y de su cuello colgaba un gafete grande y con el nombre del evento. Algunos minutos después regresó conmigo.

—Listo. Vámonos— dijo.

—¿A dónde?— cuestioné.

—Al hotel donde Lorena y Pilar están hospedadas.

—¿En serio te dieron la información?

—A cambio tendremos que salir en una cita doble, pero sí. Tengo el dato sobre su reservación.

—¿Una cita? ¿Tu y yo? ¿Con quién?

—Con Preston y su amigo.

—¿Quiénes son Preston y su amigo?

—Unos chicos lindos que me dieron la información.

—¿Y si te mintieron?

—Se cancela la salida, ese fue el trato.

—Gracias— la abracé, como no hacerlo.

—Oye.

—Dime.

—Si resulta que Lorena no es tu madre biológica, no te vayas a poner triste. No va a pasar nada y seguiremos buscando, ¿okey?

—¿Y si, si es?

—Entonces quiero estar contigo en todas las premiers de todas sus películas.

—¿Y si no me quiere ver?

—¿Bromeas? Escribió todo un libro para ti, obviamente también te está buscando.

—¿Y por qué no me ha encontrado? Ahora tiene dinero y puede pagar un investigador privado.

—Lauren, no lo ha hecho porque es figura pública. Ella no puede andar metida en escándalos y menos ahora que su carrera va en ascenso.

—Tienes razón.

—Además, pagar a alguien para que te busque es muy de telenovelas dramáticas, escribir un libro y distribuirlo por todo el país para buscarte, eso sí que es otro nivel— me animó.

Usando el transporte publico salimos del recinto y al arribar al hotel que nos indicaron, esperamos por enfrente del inmueble. Lorena y Pilar tardaron alrededor de tres horas en llegar. Ellas bajaron de una camioneta blindada; la vimos entrar por la puerta principal. Esperamos a que pasara el caos que se generó entre los escoltas que las cuidaban, el personal del hotel y los fans que se habían reunido para verlas. Minutos más tarde, Cecilia y yo entramos caminamos como si fuéramos dueñas del hotel y esa seguridad nos hizo llegar hasta el ascensor y como sabíamos el numero de la habitación, subimos hasta el último piso. Buscamos la puerta marcada con el numero 1023 y solo yo me planté frente a ella. Golpeé la puerta con los nudillos de mi mano izquierda.

—Voy— escuché.

Mi corazón latía tan veloz, que sentía que en cualquier momento se saldría de mi pecho. Quise volver a anunciar mi llegada, pero en ese momento la puerta se abrió y por detrás apareció una mujer vestida con ropa formal; su mano izquierda sujetaba una copa llena de algún líquido color tinto.

—Otra vez tu— expresó al reconocerme.

—Buenas tardes, señora Lorena— saludé.

—¿Eres tú, verdad? Tu eres mi Lauren.

—No sé, usted dígamelo— levanté mi mano y le mostré el viejo trozo de papel.

Los ojos grandes de Lorena se abrieron aún más y su mano perdió la fuerza, tanto que la copa que cargaba se resbaló de entre sus dedos y terminó estrellándose sobre el suelo. Pude sentir que mi nerviosismo se transfirió al cuerpo de la fémina de cabello negro y piel blanca.

—Mi nombre es Lauren Saavedra y soy su hija— dije llena de valor— yo soy esa niña de seis días que usted abandonó hace diecisiete años. Yo soy ese bebé que no dejaba de llorar porque moría hambre y probablemente yo sea la razón por la cual usted abandonó esta ciudad.

Para cuando terminé de hablar, Pilar ya estaba a su lado.

—Y desconozco la razón por la cual usted me abandonó— continué— pero solo vine a agradecerle, porque aparte de traerme a este mundo, me regaló lo más sagrado que tengo; mi familia.

Historias del Universo LesbicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora