Parte siete

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-Ya después de ese acontecimiento, mi madre y Katia se relajaron, pero no totalmente porque mi padre aún no lo sabía y sabían cómo reaccionaría ya que yo seguía siendo menor de edad y temían que él las llevara al tribunal e intentara pelear mi custodia o pedirle al juez que redujera el tiempo que pasábamos juntas, así que les guardé el secreto, pero no por mucho tiempo porque dos meses después de que me enteré, fue cumpleaños de Katia y como ese fin me tocaba estar con mi papá, recuerdo haberle dicho, pá, ¿el sábado puedo estar con mi mamá? es que es cumpleaños de su novia y mi papá puso cara de, ¿su qué? Caí en cuenta de mi gran error y no tuve otra opción más que contarle lo poco que sabía. Ese día, él me llevó hasta el restaurante donde ya me estaban esperando y como se conocían de vista, Katia se acercó a saludarlo y decidió invitarlo también. Su primera respuesta fue un rotundo no, porque no llevaba dinero y porque no estaba vestido para la ocasión, pero Katia le dijo que ese restaurante pertenecía a la cadena de restaurantes donde ella trabajaba y que la casa invitaba. Tardó unos segundos, pero al final accedió. Esa fue la primera comida que compartimos, mis padres, Katia y yo. A los catorce años conocí la esencia del verdadero amor, pero no el amor romántico de las películas, sino el amor maduro y ese nivel de sabiduría para entender que no debes enemistarte con el pasado de alguien, sino todo lo contrario, debes disfrutar cada parte de el, porque esos sucesos que vivió, fueron los que hicieron que llegara hasta ahí.

Historias del Universo LesbicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora