Abril
No soy la misma después de haber visto la luna brillar en el otro lado del mundo— Mary Anne Radmacher
Nunca antes me había identificado tanto con una frase hasta que leí esa y estaba impresa en un simple folleto publicitario que me obsequió una agencia de viajes del aeropuerto y en efecto, después de ese viaje ya no fui la misma. No era la misma porque mi alma se encontraba nuevamente emocionada y un par de ojos azules eran la razón, no era la misma porque ahora podía pensar en Emma y todo lo que viví a su lado sin tener la sensación de odiarla. No era la misma porque ahora sabía que era libre de amar a quien yo quisiera, sin importarme lo que los demás pensaran. Regresé con mis padres mientras que Liv y su hermano volaron a Dinamarca, pero en nuestra despedida, le prometí que para el siguiente verano iría a visitarla.
Cuando regresé a casa, me encontré con la noticia de que Emma ya vivía otra vez con sus papás y que incluso estuvo unas semanas recluida en una clínica de rehabilitación y en mi caso, los papeles se invirtieron, ahora era ella la que me buscaba a diario, pero dejó de ser mi centro de atención porque en esos ojos cafés, dejé de ver a aquella inocente niña que me abrazaba cada noche antes de dormir.
Cierto fin de semana, algunos compañeros de clase organizaron una salida nocturna. Además de festejar mi regreso, también celebraríamos el cumpleaños de una compañera y todo marchaba de maravilla hasta que una chica imprudente se acercó a la mesa donde me encontraba, sujetó mi mano e intentó que saliera a bailar. Esa chica era Emma y yo habría accedido a cumplir su petición, de no ser porque ella no estaba sobria, mucho menos ebria; Emma estaba drogada y sus pupilas dilatadas la evidenciaron. Me levanté y la sujeté para acomodarla en una de las sillas.
—No quiero sentarme, quiero bailar— intentó liberarse y ponerse de pie.
—Emma, mírame— di ligeros golpes sobre su mejilla para que sus ojos enfocaran mi rostro— ¿con quién estas? ¿Quién te trajo?
—No necesito de nadie, solo te quiero a ti— intentó abrazarme, pero la rechacé.
—¿Quién te dio la droga?— continué con el interrogatorio.
—¿Cómo que quien? Dylan, ¡duh!
—¿Dónde está?— miré alrededor.
—No sé, creo que ya se fue. ¿Ya podemos bailar?— ahora sí logró ponerse de pie y pretendió caminar hacia la pista.
—Te llevaré a casa.
—No quiero irme.
Volví a acomodarla sobre la silla. Tomé mi celular para desbloquearlo y pedir un Uber.
—No quiero irme— colocó su mano sobre la pantalla de mi móvil.
—Emma, mírame— sujeté su rostro— tus padres deben estar preocupados por ti.
—¡Shhhh! Ellos no saben que estoy aquí, ellos piensan que estoy durmiendo.
—Con mayor razón nos tenemos que ir.
—¿Cuándo te volviste tan aburrida? Antes bailabas conmigo hasta el amanecer.
—Levántate, nos vamos a casa— le ayudé a caminar.
Cuando intentábamos salir, Dylan apareció con la firme intención de arrebatarme a Emma de las manos y al sentirme en desventaja frente a él, lo único que se me ocurrió fue gritar para pedir auxilio.
—Alguien que llame a la policía— dije en voz alta y señalé a Dylan— este wey vende droga y está armado.
Con esas palabras "prohibidas" provoqué movilización entre la gente, incluida la de los tipos grandotes que custodiaban la entrada, que de inmediato sujetaron a Dylan. Aproveché la ocasión para escaparme y al salir, el auto que pedí ya me esperaba. La llevé hasta mi casa y luego a mi habitación. La recosté sobre mi cama y yo me quedé por un lado. Pasaron unas horas y al abrir los ojos, miré alrededor y me di cuenta que Emma no estaba; y de un brinco me levanté. La puerta de mi habitación estaba abierta, me asomé y todo permanecía obscuro y en silencio. Con la linterna de mi celular, iluminé mi andar.
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Historias del Universo Lesbico
Kurzgeschichten×HISTORIAS CORTAS× Diferentes parejas que viven diferentes situaciones. 🏳️🌈 Algunas con contenido y lenguaje +18