Capítulo 3

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Allison

Los fines de semana, trabajaba como mesera en un restaurante cerca de una zona residencial. No tenía un sueldo base, pero con el dinero adicional que me dejaban los clientes era suficiente para mi. Hasta yo me sorprendía de lo que lograba con una falda corta, un botón sin abrochar a la altura de mis senos, un caminar sensual y una sonrisa coqueta en la boca. La mayoría de los hombres que acudían incluso acompañados de sus parejas no dejaban de mirarme y muchos de ellos se atrevían a pedirme mi número de teléfono. Todos ellos se quedaban en visto.

Una tarde cualquiera y cuando el restaurante más abarrotado estaba, no había notado una peculiar presencia hasta que escuché su inconfundible voz.

-Buenas tardes Allison.

-¿Acaso me está siguiendo?- le pregunté al reconocerla. Ya le habían asignado un lugar.

-No, vivo por la zona y tengo hambre- sonrió.

En ese momento anoté en mí lista imaginaria "cosas que me provocan una sensación odio - atracción"; su sonrisa.

Le dejé el menú sobre la mesa y me quedé de pie esperando su pedido, pero ella solo fingió leerlo porque se la pasó mirándome por encima.

-¿Ya sabe lo que va a pedir?- me disponía a tomar su orden.

-Si- observó mis piernas- a ti.

-Si le queda claro que usted es mi profesora y yo su alumna, ¿verdad?

-Y tú, ya notaste que no estamos en el salón de clases ¿verdad?

Su mirada continuó sobre mi cuerpo.

-Tómame una foto- le dije- durará más.

-De hecho es buena idea- tomó su celular e hizo una captura- listo, gracias.

-No estoy de humor para sus tontos juegos- di media vuelta e intenté alejarme.

-¡Quisiera ordenar!- exclamó.

Apreté los dientes frustrada y regresé con ella.

-¿Qué va a pedir?

-¿Te gustaría ir al cine?- cuestionó.

-No. Estoy trabajando.

-¿A qué hora regreso por ti?

-¿Pedirá algo para comer sí o no?

-Ya te lo dije, te quiero a ti.

-No sé que pretende con todo esto, pero a mí no me gustan las mujeres.

-A mí tampoco, solo me gustas tú.

-Que tenga linda tarde profesora Alvarado- fingí una sonrisa y me retiré. Había demasiados clientes con mucho dinero como para perder mi tiempo con ella.

Pasaron alrededor de treinta minutos y llegó el momento de tomar mi receso. Pedí mi comida del día y me senté en la mesa que teníamos asignada dentro de la cocina. Estaba por probar bocado cuando mi jefe, el dueño del lugar entró y me habló.

-¡Allison!

-¡Qué!- dejé caer mi cuchara del coraje que sentí por ser interrumpida.

-Una de tus mesas esta sin atender ¿puedes ir?

-Que vaya alguien más, voy a comer.

-Ve tú, ¡ahora!

¡Maldito día, maldita tarde! Lo peor de todo es que todavía continuaba mi querida profesora en el restaurante y mi furia se acrecentó cuando descubrí que era ella quien requería mi presencia.

Historias del Universo LesbicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora