Capítulo 2

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Allison

Para el miércoles volví a tener clases de álgebra y estuve a segundos de llegar tarde, pero esta vez no le di el gusto a la profesora Alvarado de humillarme. Lo que si tuvimos fueron algunos enfrentamientos, académicamente hablando. Jimena dominaba a la perfección su materia y yo no quería quedarme atrás. Sin duda ese sería un semestre interesante con ella como instructora. A lo que si llegué tarde fue al tonto entrenamiento de vóleibol.

-Lo suyo no es la puntualidad, ¿verdad señorita Guerra?- dijo al verme y salió a mi encuentro.

No le respondí porque en ese momento mi mente no se conectó con mi lengua. Fijé toda mi atención a su caminar. Jimena lucia demasiado sensual usando un top deportivo y un mini short, de esos que si tuvieran un centímetro menos de tela, ya se convierten en tanga. El día anterior ella prometió hacerme sudar y con tan solo verla, lo estaba logrando.

-Si quieres tómame una foto, durará más- comentó en cuanto estuvimos lo suficientemente cerca.

-Perdón- reaccioné- es que me quedé viendo el tatuaje de su...- tartamudeé- de su...

-¡Ombligo!- me ayudó- así se llama esa parte del cuerpo.

¡Mierda! ¿Qué me estaba pasando?

-Puedes tocarlo o tocarme o ambas cosas, tu elige y a mi no me incomoda.

No sabía que me molestaba más, si su maldita sonrisa de ganadora o que me empezaba a gustar verla sonreír.

-Voy a cambiarme de ropa- caminé lo más rápido que pude para alejarme de ella y entré al vestidor del gimnasio.

Yo estaba sujetando mi cabello en una coleta cuando Jimena entró. Se acercó hasta mi, se colocó en cuclillas y anudó las agujetas de mi calzado.

-Te gustará estar conmigo- se levantó.

-¿Disculpe?

-Te gustará estar en mis clases. Soy buena profesora.

-Hasta el momento solo puedo decir que es excelente con los números.

-Y con las manos también- movió sus dedos frente a mi.

-Seguimos hablando de sus clases ¿verdad?

-Por supuesto señorita Guerra, en el vóleibol se necesita mucha fuerza en brazos y manos.

-Ya lo descubriré- sin tacones y usando zapatillas deportivas, ella y yo teníamos una estatura muy igual.

En mi escasa documentación decía que yo tenía dieciséis años, pero mi cuerpo siempre aparentó más edad. Quizá por eso mi vida sexual inició mucho antes de lo planeado.

Y las clases de álgebra con Jimena, coincidían los mismos días que entrenaba vóleibol, pero a primera hora ¿De quién habrá sido la grandiosa idea de tener álgebra a las ocho de la mañana? De baldor no creo.

Los días pasaban y mi relación con ella y con todos los profesores estaban a pedir de boca, todo marchaba a la perfección. Ya había conseguido un par de amigas e infinidad de citas con algunos compañeros, incluso de grados más avanzados y cierta mañana llegué demasiado temprano. Mi madre era enfermera de profesión y aunque tenía trabajo fijo en un hospital de gobierno, en sus días de descanso siempre conseguía otro lugar donde laborar, mantener a cinco hijos ella sola lo requería, yo era la mayor de todos y por clínica en la que debía a trabajar ese día, quedaba de paso el colegio donde yo estudiaba por ende me tocó llegar justo después del intendente.

-Buenos días señorita Guerra- me saludó al verme sola y sentada en el pupitre.

-Me llamo Allison. ¿Podría llamarme solo así por favor?

-Señorita Guerra ¿No le gusta su apellido?- preguntó mientras se acercaba.

-No estoy orgullosa de portar algo de un hombre que hace mucho nos abandonó.

-¿Qué le parece si iniciamos de nuevo?

Ella colocó su mano derecha frente a mí.

-Me llamo Jimena.

Entendí lo que pretendía hacer.

-Allison- sujeté su mano y sentí las caricias de su dedo pulgar.

-Mucho gusto señorita Allison.

-También podemos omitir lo de señorita porque desde hace mucho dejé de serlo.

-Interesante- observó de nueva cuenta todo mi cuerpo- por cierto, aprovecho para decirte que tienes buenas piernas.

-¿Disculpe?

-Lo digo por la resistencia física- sonrió- no lo malinterpretes y vayas a acusarme con el director.

-Y al final de todo, el voleibol comienza a agradarme. Me gustaría que el entrenamiento dudara más tiempo para aprender más del deporte.

-¿Solo te gustaría saber más del vóleibol?- se acercó más a mí.

Fue el momento exacto cuando comprobé que mi café favorito de cada mañana era el de sus ojos.

-De momento sí. No es un deporte tan desagradable como lo llegué a pensar.

-Abre tu mente- colocó su dedo índice sobre mi frente- y atrévete a vivir con más intensidad.

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