Capítulo 2

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Jessica

Jonathan compró aquel rancho que tanto me agradó y no me mudé para allá, pero si a una ciudad cercana porque me obsequió un cómodo departamento y una linda camioneta. También me presentó a un hombre llamado Jaime y dijo que sería mi chófer-guardaespaldas.

Otro beneficio que se me asignó al ser pareja sentimental de alguien tan poderoso, fue el acceso ilimitado al dinero en efectivo y la instrucción fue clara; todo lo que necesitara debía pedírselo a su contador, su nombre nunca lo supe, pero para mí ese hombre era Frodo por su baja estatura y al verme ante peculiar esa situación, renuncié a mi trabajo como arquitecta y solo me dediqué a gastar y a comprar cosas muchas veces innecesarias. El único inconveniente que no me agradó del todo fue que Jonathan y yo nos veíamos uno o dos días a la semana, ya que él siempre estaba viajando o con sus hijos y esposa en Colombia.

Con el pasar de las semanas, mi tiempo libre y mi vida desocupada fueron tan evidentes, que llegué a pensar en conseguirme un empleo, pero cuando recordaba las jornadas completas que debía cubrir, opté por tener un pasatiempo y una tarde que merodeaba en un centro comercial, un chico me entregó un folleto; lo recibí.

Ven y toma una clase gratis

Leí con atención el papel y como no tenía ni la más remota idea de donde se encontraba esa escuela de música, le pedí a Jaime que se acercara. Él siempre permanecía alejado de mí, pero jamás me quitaba los ojos de encima.

—¿Dónde queda esto?— le mostré el anuncio y él le echó un vistazo.

—Como a tres minutos de aquí— respondió.

—¿Sabes llegar?

—Si, por supuesto.

—Llévame.

Llegamos al estacionamiento y luego hasta la camioneta. Por el tráfico, la hora del día y el exceso de coches, arribamos en diez minutos.

—Ahora vuelvo— descendí.

—¿Quiere que la acompañe?

—No, solo preguntaré horarios.

No me sorprendió ver que la escuela estaba instalada en una casa antigua ya que todos los inmuebles del centro histórico de esa ciudad tenían la misma fachada. Entré por la única puerta abierta que había y de inmediato una chica sonriente y con braquets pegados a sus dientes, me recibió.

—Bienvenida. ¿Puedo ayudarle en algo?

—Quiero mi clase gratis— le mostré el folleto.

—¿Qué instrumento le interesa?

Siempre había tenido la tremenda inquietud de aprender a tocar guitarra, pero por pereza o falta de interés, nunca me atreví a intentarlo y como ahora tenía el tiempo, las ganas y el dinero para hacer lo que quisiese, aproveché.

—Guitarra— respondí.

—Al final del pasillo se encuentra el aula. Está por iniciar la clase— levantó su mano izquierda para mostrarme hacia qué dirección debía caminar.

—Le agradezco.

Me aparté de la puerta porque personas y de todas las edades, entraban y salían del inmueble con algún instrumento en mano.

Al empezar a caminar, le envié un mensaje de texto a Jaime para avisarle que iba a quedarme por lo menos por una hora. Guardé mi móvil y empecé a observar todo a mi alrededor ya que sobre las paredes había cuadros y pinturas, quizá de la misma época de la casona y conforme iba llegando al final del pasillo, una dulce melodía junto con una encantadora voz llegó hasta mis oídos. Dejé de mirar para concentrarme en encontrar a la dueña de ese canto. Casi luego descubrí que la música provenía del mismo salón al que me dirigía. Me quedé de pie en la entrada del aula y a escasos metros, estaba una chica sentada. Sus manos sujetaban un ukulele al mismo tiempo que sus dedos rasgaba las cuerdas. Sus ojos permanecían cerrados y su boca cantaba la vida en rosa (La vie en rose). Había escuchado un par de veces esa canción, pero aquella interpretación simplemente me pareció tan sublime que cuando terminó, le aplaudí.

Historias del Universo LesbicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora