Capítulo 6. Rockstown. Cuarta parte

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Habían pasado tres semanas desde la llegada de la Petite Comédie a la ciudad de Rockstown.

Si Firmin había insistido tanto en ir a Rockstown, esto se debía a que conocía al propietario de un viejo teatro en la ciudad. El hombre que era un viejo amigo le había prometido al director que podía instalarse con su tropa en el lugar sin pagar por el local el tiempo que decidieran permanecer en el lugar.

Firmin sabía que no podían permanecer por mucho tiempo en Rockstown. El pueblo era pequeño y con el tiempo las personas se hartarían de la obra, ellos dejarían de ser una novedad, incluso si en sus filas contaban con el atractivo Terence Graham. Así pues, su intención era pasar un mes y medio en la ciudad y partir después hacia Freeport.

Hasta el momento, la obra gozaba de éxito gracias a la presencia de Terence en la tropa. Incluso llegaba gente de ciudades aledañas solo porque habían oído hablar del famoso actor.

Como había predicho Firmin, su nombre atrajo a más público del usual. La mayoría ingresaba al teatro solo para ver en carne y hueso a una estrella de Broadway caída en desgracia.

Por su parte, a Terry no le fue nada difícil acostumbrarse a la vida de actor itinerante. Además de actuar en la obra, se ocupaba de pequeñas tareas como todos los demás. Esto no le molestó, más bien agradecía la posibilidad de mantenerse ocupado para no pensar.

En el viejo teatro, a Terence, Yandel, Dexter y Leopold se les asignó como lugar para dormir una sucia buhardilla de aspecto miserable y en un gran estado de abandono. No obstante, todos estaban tan acostumbrados a vivir en tales condiciones que no parecieron prestar interés a este hecho y a Terence tampoco le importó.

Frente a la actuación de la tropa, como actores dejaban mucho que desear. Eran indisciplinados y perezosos y no se tomaban muy en serio aquel trabajo. Difícilmente ensayaban o se preocupaban por trabajar la dicción. Era corriente que en las funciones olvidaran los diálogos, especialmente los hombres, los cuales entraban regularmente a escena ebrios o con terribles resacas debido a sus asiduas visitas a las tabernas de la ciudad.

No era extraño entonces que debido a las continuas extravagancias de la tropa, sin proponérselo, transformaran las funciones de "Andrómaca" en vulgares y absurdas tragicomedias.

La insuficiencia de aquella tropa, hizo que la mediocre actuación de Terry no fuera notoria para la sencilla gente de aquel pueblo. De entre todos ellos, era él que mejor conocía los diálogos, además de ser el único miembro masculino que no se embriagaba ni aparecía en escena con un terrible aspecto de borracho, por lo que podría decirse que su comportamiento era el menos reprochable comparado al de sus indisciplinados compañeros de reparto.

Pero su actuación carecía de espíritu. Solo se trataba de una simple criatura que memorizaba diálogos. No transmitía ninguna emoción, no provocaba en el público el despertar de una nueva sensibilidad, no había nada que él pudiera ofrecerles. Ningún sentimiento fuera este de tristeza, compasión u odio por su personaje lograba brotar en los corazones de aquella gente con su actuación. No había nada, nada en él que hipnotizara o que cautivara. En el escenario, se veía con transparencia que Terence era una inteligencia perdida, un ser adormecido y marchito de una indolencia aplastante.

Con los días de convivencia junto a Terence Graham, la tropa aprendió a conocerlo mejor y vieron en él a un hombre sombrío y de carácter melancólico. Apenas si hablaba o comía. Era una ser desolado, un mármol insensible que nada parecía animar.  Vivía en un tipo de trance hipnótico donde todo le parecía irreal.
Su espíritu enfermo avanzaba sobre un largo valle de sombras y él parecía entregarse voluntariamente a las tinieblas que poco a poco lo estaban devorando.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora