Capítulo 30. Chicago. Sexta parte

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— ¿Estás segura de que no necesitas nada querida? Cuestionó la señora O'Brien aún inquieta con la salud de su hija.

— No, madre, estoy bien, de verdad, puedes irte, ha sido un día muy largo, contestó la muchacha al instante.

Winifred suspiró y observó profundamente a la joven mientras le sonreía con calidez.

— Patty, antes de que me vaya, quiero decirte que no debes preocuparte por tu padre, Marcus..., la señora O'Brien hizo una pausa significativa como para enfatizar sus palabras, Marcus se ha entrevistado a solas con el señor Ardlay y seguramente tu prometido le ha aclarado lo sucedió. Confío en que mañana estará en condiciones de tener una conversación sensata contigo. Debes darle un poco de tiempo, hija, pidió la mujer un tanto apenada.

Patty se mordió los labios y agarró las sábanas con fuerzas antes de preguntar insegura:

— ¿Crees que algún día me perdone? Quiero decir, la imprudencia de haber...

— Pues claro que sí, querida, respondió la señora O'Brien con ahínco interrumpiéndola, para luego añadir, no te agobies por ello. Conozco a tu padre, está impresionado, eso es todo. No esperaba que tú, bueno, que ustedes intimaran antes del matrimonio. Querida, tu padre es un hombre chapado a la antigua y no debes olvidar que eres su única hija.

Patty pareció preocupada al no saber cómo reaccionaría su padre al verla al día siguiente.

— Vamos querida, no te mortifiques más, estoy segura de que lo superará, concluyó la señora O'Brién acariciando con suavidad la mejilla de la joven.

Patty sonrió, pero su entrecejo fruncido evidenciaba su preocupación. Al notar esto, la mujer añadió:

— Cuando he decidido dedicarme a escribir artículos de opinión, en un principio tu padre no estaba encantado con la idea y opuso serias resistencias a mis deseos. Lo consideraba inapropiado para una mujer decente, y ¿ahora míralo? ¿Lo sabes no? Cuando se me ataca es mi más ferviente defensor.

— Comprendo, susurró Patty enternecida con el papel activo que había tomado su padre para proteger a su mujer de sus detractores; no obstante, sus ojos se movieron de un lado a otro, prueba evidente de que las ideas invadían de nuevo su cabeza.

— Madre, acerca de lo que he hecho... comenzó por decir, siendo interrumpida de inmediato por Winifred.

— Oh, por favor, Patty, no te juzgo y no te pido explicaciones. Querida, te entiendo, tampoco culpo a tu prometido. El señor Ardlay es un hombre respetable y confío en su buen juicio. Nunca has sido una insensata, lo sé bien. La señora O'Brien hizo una pausa significativa antes de continuar. Hay momentos en que las cosas ocurren y simplemente no puedes evitarlas. Pienso que tal vez, desde el principio, están destinadas a suceder.

Al escuchar las palabras comprensivas de su madre, los ojos de Patty brillaron por las lágrimas que retenía.
— Gracias madre, gracias por entender.

La señora O'Brien sonrió de oreja a oreja. Sus ojos centelleantes muy parecidos a los de su hija la hacían ver mucho más joven de lo que realmente era. Momentos después añadió:

— Por lo demás, parece que has hecho a la señora Elroy muy feliz. ¡Dios bendito! ¡Esa mujer me recuerda demasiado a la terrible hermana Gray! Exclamó lanzando una sonora carcajada llena de vida.

Patty rio abiertamente.

— No es tan mala como parece, con el tiempo te acostumbras a ella, opinó con sinceridad. A pesar de las idiosincrasias de la anciana, Patty amada demasiado a Albert como para no aprender a querer a la anciana matriarca.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora