Capítulo 9. Hamlet. Primera parte

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Desde hacía un año y medio, el director de la Compañía Stratford Robert Hathaway participaba como actor principal en las obras que él mismo dirigía.

La Compañía Stratford era casi una institución en el mundo del teatro. Sus actores eran reconocidos por sus cualidades histriónicas, especialmente en lo que se refería a las representaciones de tragedias shakesperianas.

Pero con el enrolamiento de John Olivier en la guerra a finales de verano de 1917 y su trágica muerte durante el otoño de 1918, además de la salida precipitada de Karen Kleiss debido al deceso de su pareja John Olivier, la Compañía vivió un periodo incierto sin sus dos actores principales. Debido a estos acontecimientos, a Hathaway no le quedó más remedio que volver a la actuación, luego de una larga temporada en la que solamente había estado ejerciendo como director.

A decir verdad, desde el accidente de Susana, la Compañía Stratford había estado pasando por una mala racha. El cambio precipitado de actriz en la obra Romeo y Julieta, fue un primer golpe después de las largas promociones hechas durante dos meses con Susana Marlowe y Terence Graham como pareja principal. Posteriormente, fue el turno de Terence para hundirse en la decadencia, destruyendo su carrera actoral con su catastrófico desempeño como Romeo. 

En 1916, Romeo y Julieta resultó ser un verdadero fracaso en todos los sentidos de la palabra y fragilizó la reputación de la Compañía Stratford dentro de las esferas del teatro neoyorkino.

Por otro parte, mantener en sus filas a Graham durante casi un año y medio luego del fiasco que representó Romeo y Julieta, fue igualmente un error del que Robert ahora se lamentaba.

En ese tiempo, Hathaway estaba convencido del genio del muchacho y porfiado de su propia habilidad para reconocer el verdadero talento, no percibió a tiempo que Terence se dirigía hacia un abismo de decadencia y como todo el inconsciente que era, pareció dispuesto a arrastrar a la Compañía consigo a la perdición.

Por si esto no bastara, cuando se decidió prescindir de los servicios de Terence, John Olivier se fue a Europa con el ejército americano a combatir y a morir en la gran guerra.

Con la salida de Graham y la partida de Olivier, Hathaway se encontró en graves aprietos.
En ese tiempo, dentro de la tropa no había un actor lo suficientemente talentoso, carismático y por supuesto joven, que pudiera llevar la carga de un papel protagónico. Por lo tanto, Robert no tuvo otra opción más que volver a la actuación para salvar la temporada de otoño de 1917, protagonizando el siguiente drama junto a Karen Kleiss.

Pero, ¿por qué Hathaway tenía dificultades para encontrar actores principales dentro de su propia tropa? La razón era simple. La Compañía Stratford tenía un reducido número de actores y Robert debía admitir que sus comediantes habían envejecido al igual que él.

Los asociados del teatro eran seleccionados después de dos años de trabajo con el mayor rigor por el comité de administración y actualmente solo contaban con veintitrés asociados, muchos de ellos más cerca de la jubilación que de la juventud.

Por otra parte, era bastante inhabitual abrirles las puertas a nuevos pensionistas y los cuatro rostros de los últimos años con los cuales la tropa se había aventurado a rehacer sus filas con la intención de que se convirtieran en el futuro de la Compañía Stratford es decir, Terence, Susana, Karen y John, ya no pertenecían a la tropa. 

Convertirse en institución artística requiere de estrategias que permitan perdurar en el tiempo y tener una tropa pequeña había sido hasta esos momentos la fórmula ganadora para la Compañía Stratford. Sin duda no contaban con muchos actores, pero habían podido vanagloriarse siempre de tener los mejores de Broadway y esto había sido suficiente para hacerse un nombre y perdurar en aquel competitivo mundo durante décadas.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora