Capítulo 32. Candy y Terry. Primera parte

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Sintiéndose alegre y olvidando su reciente conversación con Sir Auckland Geddes, el actor tomó la copa de vino que le ofrecía un mayordomo en una bandeja y dio unos cuantos pasos alrededor del salón.

Enseguida observó a Eliza junto a Neal. Ninguno de los hermanos perdía de vista a Candy.

No obstante, en cuanto Eliza contempló a Terry observándola, la joven dio un respingo y se alejó de su hermano, temerosa de lo que pudiese hacer el actor.

Neal por su parte, continuaba mirando a Candy con ojos fijos y maliciosos.

Terry perdía poco a poco la paciencia. Sabía que Lagan lo hacía con la clara intención de incomodarlo y estaba logrando su objetivo. Era demasiado orgulloso para estar dispuesto a aceptar que cualquier hombre paseara sus ojos lascivos en la figura de quien sería en poco tiempo su mujer.

Una nueva mirada del hombre sobre su prometida, una mirada de marcada lujuria lo sacó de sus casillas. Sin dudarlo, el actor caminó hacia Neal dispuesto a encararlo.

Cuando Lagan lo vio aproximarse, le lanzó una mirada oblicua donde brilló un rayo de odio. Luego con pasos lentos, pero seguros, se dirigió hacia las puertas francesas que conducían a la terraza, deteniéndose junto a una de las vidrieras.

— Conociendo a este idiota, seguramente trama algo. Meditó el actor, que, no obstante, continuó caminando con la intención de acercarse.

Se estacionó por un momento en la terraza, observando lo que haría Neil a continuación. Entonces lo vio girar sobre sus talones y dirigirse hacia los escalones que conducían al jardín.

— ¡Ah! ¿Así que no podré acercarme a él si no lo sigo? Todo parece indicar que el muy cobarde no quiere que nadie nos vea juntos, reflexionó, contemplándolo con una mirada oscura.

Pero poco le importaba lo que aquel individuo tuviera en mente, era momento de confrontarlo y partirle la cara si era preciso.

El cielo estaba tachonado de estrellas del que descendía una limpidez de cristal. El aire aromatizado con los perfumes del verano viajaba con una briza ligera y continua.

Terry bajó los escalones y caminó hacia Neal, el cual, de repente, se había echado a andar con gran rapidez con la intención de que las sombras de la noche lo cobijasen.

Sin embargo, Terence mantuvo un paso tranquilo hasta que finalmente logró alcanzarlo.

Al encontrarse frente a frente, Lagan fue el primero en hablar después de escrutar al actor con mirada desdeñosa.

— Creía que ahora que habías recibido el beso de la gloria te habías olvidado de tus antiguos colegas de colegio, Granchester, exclamó sonriendo maliciosamente. Sus ojos se iluminaron de un resplandor frío.

— ¿Colegas? ¿Desde cuándo tú y yo hemos sido colegas, Lagan? Replicó el actor con severidad.

— ¡Vaya, vaya! Tú no cambias, sigues siendo el mismo idiota presuntuoso de siempre.

Al escuchar sus palabras, el actor dio algunos pasos hacia el joven hombre. Su inquietante estatura hizo retroceder de inmediato a Lagan.

— Y tú sigues siendo el mismo cobarde de otros tiempos. En fin, nada ha cambiado al parecer, replicó.

Neal rio muy fuerte, casi dolorosamente.

En esos momentos, el rostro de Terry era implacable, pero Lagan brillaba de una extraña satisfacción en sus labios.

— Escúchame bien, imbécil, vas a tener que dejar de observar a mi prometida si no quieres que te parta la crisma, vociferó el actor finalmente.

Ante su comentario, Neal dejó flotar una sonrisa repugnante en sus labios.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora