Capítulo 3 . Karen Kleiss

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Karen y Terry se encontraban sentados reposando en la platea del teatro.

Robert Hathaway les había propuesto un pequeño descanso mientras trabajaba algunas escenas de la obra con otros actores de la compañía, siempre acérrimo en su incesante búsqueda de la perfección interpretativa.

—  Hathaway está estresado, pensó Karen, observando cómo las manos de Robert se movían con fuerza en el aire, haciendo con ellas todo tipo de gestos como si estas tuvieran vida propia al tiempo que se paseaba de un extremo al otro del proscenio con el escenógrafo.

—  Sin duda el hombre es meticuloso, reflexionó la joven al observarlo.

Era la segunda noche de función y Robert Hathaway no estaba complacido con las críticas del estreno. Reunidos todos en el teatro aquella misma mañana, el regidor del teatro había leído las críticas de los principales periódicos neoyorquinos. El conjunto de la compañía incluyendo el regidor, el escenógrafo y el director de casting, parecían satisfechos con las reseñas, pero Robert se había llevado su mano a la barbilla con aire pensativo.

Esa misma mañana, Karen había leído por su cuenta las críticas de los periódicos y concluyó que Hathaway estaba exagerando con su aprensión. Para ella, los comentarios sobre la obra eran bastante favorables y auguraban una buena temporada. Deseaba ser positiva al respecto, especialmente, porque ella tenía un papel fundamental en el éxito de la obra.

—  ¿Por qué Robert se preocupa tanto? reflexionó la mujer. Sin embargo, sus piernas se movían inquietas, prueba fehaciente de que ella misma empezaba a inquietarse interiormente. Se movió en su asiento con la intención de corregir su postura, poniendo sus manos en sus piernas para que estas dejaran de moverse.

Karen le dirigió un vistazo furtivo a Terence. Los dos estaban sentados a una corta distancia el uno del otro, pero no mediaban palabra. Curiosa, Karen observó con mayor insistencia el perfil recto del muchacho. Él había apoyado su codo en el brazo de la silla y se había llevado la palma de la mano a la frente para sostener el peso de su cabeza. Miraba abstraído el suelo y estaba tan, pero tan inmóvil, que Karen pensó que tenía un cierto aire espectral.

—  No tiene buen aspecto, reflexionó para sí misma. Le pareció que estaba muy pálido y casi podía asegurar que él había perdido peso durante las últimas semanas.

—  Esto es muy poco conveniente, pensó cerrando los ojos al tiempo que negaba con la cabeza. Si sigue perdiendo peso, entonces se verá mucho más joven que yo. Tendré más aspecto de ser su madre que su amada Julieta, reflexionó molesta. Luego volvió a observar el rostro del joven pensativa.

Acarició el terciopelo rojo de su asiento garabateando con los dedos los sutiles juegos de carmines en la tela y acomodó los pliegues de su falda con empeño, concentrándose en aplanar con las manos las finas arrugas que se habían formado en la tela, pero no pudo evitar volver a contemplar de nuevo el perfil del actor y esta vez, concluyó que en Terence, había algo indescriptible que lo hacía muy atractivo para las mujeres. Se preguntó si era aquella masculinidad que emanaba de él, unida a la profundidad cristalina de sus ojos de un azul oscuro que parecían mutar de color conforme a los cambios de temperamento que sufría el actor.

No obstante, Karen Kleiss tenía sus propios problemas e inquietudes. Deseaba hacerse un nombre en aquel competitivo mundo artístico y esta era su oportunidad para brillar. Por lo tanto, se sintió algo tonta al mirar con tanta persistencia a Terence así que giró de nuevo la cabeza al escenario y entrecerrando los ojos, intentó concentrarse en las cualidades del teatro. Contempló el imponente marco dorado del proscenio cubierto de grabados y las pesadas cortinas de terciopelo rojo, con sublimes decoraciones de flores doradas pintadas a mano. Se maravilló del arduo trabajo hecho con la escenografía que era minimalista, pero apropiada para el concepto de esta nueva adaptación, la cual ambicionaba transmitir un mayor realismo histórico. La maquinaria teatral de estilo europea, también era una de las grandes novedades esa temporada. Todas sus reflexiones la llevaron a concluir, que esta sería sin duda, una de las mayores producciones de aquel año en Broadway.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora