Capítulo 30. Chicago. Séptima parte

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— Te buscaba, exclamó Eliza entrando precipitadamente en una de las estancias de la mansión Lagan en donde solían refugiarse Neal y su padre.

— ¿Y ahora qué diablos quieres hermanita? Preguntó el hombre sin mucho interés, fastidiado por aquella abrupta e inesperada interrupción de la joven.

Lucía un traje impecable y su espléndido bronceado le daba a su persona un aspecto encantador.

— Acabo de pasar el peor momento de mi día, declaró Eliza caminando desesperada por la habitación, buscando ganar el interés y la simpatía de su hermano.

— ¡Ah! Entonces deduzco que acabas de ver a tu prometido, se burló Neal.

Eliza lo fulminó con la mirada, cosa que no pareció afectar al joven.

— Para tu información, he estado en la mansión de los Ardlay esta tarde.

Al escucharla, Neal soltó una estruendosa carcajada que rápidamente abortó.

— ¡Eliza! ¡Eliza! Sin duda ver a Ardlay y a sus idiotas amigos es algo tedioso, pero te empeñas en ir a ese lugar con madre para visitar a la momia de Elroy, así que no te quejes, adjuntó sin compasión.

— No se trata de eso Neal, advirtió la joven exasperada, buscando despertar la curiosidad de su hermano.

Sin embargo, el hombre no parecía atento a sus quejas. A decir verdad, su interés por las experiencias de Eliza era prácticamente nulas en aquellos días, especialmente si se trataba de sus interacciones con los Ardlay, así que caminó con paso relajado hacia la mesa de licores, sirviendo un nuevo vaso de whisky, olvidándose por completo de la presencia de la joven.

No obstante, al darse la vuelta, advirtió que Eliza lo contemplaba con una mirada extraña. Estaba notablemente pálida y su barbilla temblaba con violencia.

— Bueno, ¿vas a soltarlo de una buena vez o me harás suplicar para saber qué diablos te ocurre? Inquirió en tono cortante.

— Candy... balbuceó ella sin fuerzas, llevándose la mano a la frente.

Al escuchar aquel nombre, Neal se tensó como si estuviese frente a un peligro inminente.

— No me interesa saber nada de esa mujer, así que dejemos el tema, fue su respuesta inmediata.

— Tú... no lo entiendes, alcanzó a murmurar la joven mujer casi sin fuerzas.

— ¡Maldita sea Eliza! Tendrás que callarte, no quiero saber nada de ella, exigió. La sola mención de su nombre era un trago amargo para él.

Pero la joven estaba lejos de querer callar y de inmediato exclamó con una voz rota y llena de indignación:

— ¡Candy está comprometida!

Al escuchar aquellas palabras, Neal cogió el vaso de licor medio lleno con una mano convulsiva y lo llevó a sus labios. Trataba de contenerse y mostrarse ecuánime, pero sentía su corazón latiendo hasta querer romperse.

Por un momento, el miedo lo invadió al pensar que podría ser Arthur Pullman su pretendiente, pero luego recordó que la propia Eliza le había anunciado meses atrás que el médico estaba comprometido con la exmujer de Ethan Fox.

— Imagino que la hija adoptiva de Ardlay habrá pescado algún campesino de Greenwood, bien por ella. Después de pronunciar aquellas palabras, intentó sonreír, pero no pudo.

Eliza por su parte, se acercó a él con una horrible mueca que lo perturbó todavía más.

— Tú no lo entiendes Neal, Candy está comprometida con Terry, anunció de golpe.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora