Segunda parte. Capítulo 26. La carta. Primera parte

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 Escocia, Mayo, 1923

Había pasado casi un año sin que Terry pudiese comprender cómo era posible que, cada mañana, su mente escribiera una carta elocuente para Candy, solo para que todas sus intenciones de poner sus pensamientos en papel se desvanecieran como la nieve al sol. La misma fuerza que le impulsaba a plasmar sus sentimientos parecía esfumarse al intentar concretarlos en palabras. La situación era simplemente insoportable. 

Esa mañana, se preparaba para partir nuevamente a Londres tras una estancia de cinco días en Escocia. Posteriormente, se embarcaría en un transatlántico con rumbo a Nueva York, ya que la Compañía Stratford daría una serie de funciones especiales antes de cerrar la temporada en Broadway.

La gira con "Romeo y Julieta" había concluido con un éxito sin precedentes, tanto en Inglaterra como en Europa. La compañía era ahora reconocida a nivel mundial, y el futuro se anunciaba prometedor para toda la tropa. Los elogios y el reconocimiento eran abrumadores, y cada actuación consolidaba su estatus como una de las estrellas más brillantes del teatro.

Durante esta gira, se produjo uno de los eventos más importantes de su carrera: actuar por segunda vez en el Shakespeare Memorial Theatre (1) en Stratford upon Avon (2), un lugar de profundo significado histórico y cultural para cualquier actor. Allí, recibió una ovación del mismísimo William Bridges-Adams (3), una figura emblemática en el teatro británico, conocido por su capacidad para reconocer y fomentar el talento auténtico.

Tras su actuación en el Shakespeare Memorial Theatre, Terry sintió que su futuro estaba en Inglaterra. La recepción de su actuación, con Bridges-Adams mostrándose entusiasmado, hizo que Terry se emocionara ante la posibilidad de regresar a su país natal y continuar desarrollando su carrera allí. Sentía una atracción magnética hacia Inglaterra, como si cada aplauso y cada reconocimiento fuera una llamada a sus raíces, un recordatorio de donde realmente pertenecía.

Sin embargo, para el joven hombre era simplemente impensable dejar los Estados Unidos, porque allí se encontraba Candy. La idea de abandonarla, como había hecho años atrás en el Royal Saint-Paul, no era algo que pudiera contemplar en esos momentos. 

Por lo tanto, cuando la gira llegó a su termino, el joven actor visitó la casa solariega del duque de Granchester antes de regresar a Nueva York. Terry pasó todo un día en compañía del duque y sus dos hermanas, Lily y Mary y disfrutó de un agradable paseo con su yegua Theodora. Aunque la jaca había envejecido considerablemente, seguía mostrándose viva y fuerte, llenándolo de nostalgia al recordar los tiempos en los que montaba a Theodora con la ligereza de la juventud.

El duque y sus hijas habían asistido a dos funciones de "Romeo y Julieta" en el Royal Haymarket (4) y habían cenado con el actor. En ese momento, el parentesco de Terence con la casa Granchester era bien conocido por todos los británicos, un hecho que el joven ya no podía negar. La notoriedad de su linaje y su éxito como actor lo habían puesto en el centro de la atención pública, generando un interés particular tanto en su vida personal como profesional. Ser un Granchester y un actor de renombre lo situaba en una posición única, y la curiosidad de la gente por su vida no dejaba de aumentar.

No obstante, Terence no dejaba de sentirse extraño cuando recibía los halagos de su padre y de sus hermanas por su actuación. A pesar de la distancia emocional que siempre había sentido, ellos no escatimaban en celebrar su desempeño y parecían estar genuinamente orgullosos de tener a un actor en la familia. Incluso durante el estreno de la temporada en Londres, Richard Granchester se había atrevido a acudir al camerino de su hijo para desearle una buena función, exponiéndose a la vista de toda la compañía Stratford.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora