Un largo invierno

Capítulo 30. Chicago. Tercera parte

Desde el momento en que las tres jóvenes abandonaron la estancia, las miradas de hostilidad de Archie hacia Terry no se hicieron esperar. En un principio, Albert intentó ignorar lo que pasaba, pero el inglés no estaba precisamente en su misma disposición de espíritu.

El actor era más que consciente de la animadversión que despertaba en Cornwell, así que molesto, él mismo se dedicó a lanzarse miradas siniestras al rubio.

Preocupado de que estallara un conflicto entre los dos hombres desde la primera hora del día, Albert pensó que era buena idea despedir a Archie y permanecer solo junto a Terry hasta la hora del almuerzo, pero por supuesto el rubio se negó.

— Es de mala educación abandonar a un invitado, especialmente a un viejo compañero de colegio, había argumentado cuando el magnate le propuso retirarse.

Comprendiendo que mantenerlos a ambos en una habitación cerrada era una mala idea, Albert sugirió visitar la casa, creyendo que una caminata por la propiedad los haría olvidar su antigua rivalidad.

En un principio todo parecía ir bastante bien. Terry absorbía las informaciones que le ofrecía Albert acerca de la historia mansión, olvidándose de que Archie los seguía muy de cerca como un lobo hambriento y rabioso a punto de atacar a su presa.

Era natural que Terry se sintiera interesado por la casa. La propiedad de los Ardlay era ciertamente impresionante.

Cuando salieron del recibidor, Albert los condujo hacia un jardín de entrada con un tragaluz abovedado que permitía que la luz del día inundara las habitaciones que lo rodeaban.

— Mi tía adora este pequeño jardín. Aquí cultiva sus plantas alrededor de la fuente.

— Impresionante, indicó Terry observando los helechos tropicales ubicados en las bases de las columnas de piedra.

— También tenemos un jardín de invierno en el exterior de la casa, personalmente lo prefiero, pero este lugar es preservado con gran esmero por mi tía y nadie más que ella y el jardinero tienen derecho a tocar las plantas, añadió.

Sin pronunciar ningún otro comentario, Albert y los dos jóvenes hombres giraron a la izquierda, encontrándose con un largo corredor que conducía al pasillo de la escalera central. Continuando por la izquierda entraron en un inmenso comedor de una elegancia soberbia.

Los muebles del lugar eran modernos, pero había un fondo de inspiración más clásica.

— Me recuerda los interiores ingleses, comentó Terry mirando de soslayo a Albert.

Ardlay sonrió antes de adjuntar:

— No te equivocas, esta habitación está inspirada en el diseño inglés del siglo XVIII.

El actor le dio un vistazo panorámico al lugar, observando los paneles de madera de nogal que complementaban perfectamente los muebles modernos. Dio unos pasos alrededor de la habitación y escrutó con detenimiento la chimenea tallada en mármol sólido con mosaicos insertados debajo de su repisa.

— ¿Has sido tú quien ha hecho construir este lugar? Preguntó, abandonando la estancia junto a Albert y Archie.

— No, ha sido mi padre. Ha seguido a un amigo suyo, Potter Palmer (1). Él fue primero en instalarse en el norte de la ciudad junto a su esposa. Años después lo siguieron todas las familias pudientes de la ciudad, entre ellas los Ardlay. No obstante, mi padre solo pudo vivir en esta propiedad durante cinco años antes de fallecer. Nuestra antigua casa mucho más modesta en proporciones, estaba en Prairie Avenue.

— Comprendo, musitó Terry, interesado por conocer un poco más la misteriosa vida de Albert.

Cuando salieron del comedor, llegaron a una sala de dimensiones inferiores, pero de un refinamiento extremo. La habitación estaba constituida de antiguos muebles europeos sobre un elaborado piso de parquet de teca.