Capítulo 25. La trampa. Tercera parte

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Robert Hathaway, con su porte elegante y distinguido, atravesaba con paso seguro el imponente vestíbulo del hotel Savoy, envuelto en una atmósfera de opulencia y refinamiento. Sin embargo, camino hacia la habitación se vio interrumpido por un repentino impulso, una tentación de prolongar la noche un poco más. Decidió, entonces, hacer una parada en el bar antes de retirarse a descansar.

En su camino, sus ojos se detuvieron en los detalles de la estancia: el piano blanco de cola, símbolo de sofisticación y armonía, la cálida decoración de estilo art deco, con sus tonos cremas y bronces que evocaban una época de esplendor, y las sillas en tonos azul eléctrico y oro que añadían un toque de audacia y lujo al ambiente.

Sin embargo, lo que realmente capturó su atención fue la presencia inesperada de su pupilo, Terence Graham, sentado en una de las mesas. Con una sonrisa intrigada, el hombre avanzó con paso tranquilo hacia la mesa del actor, sus ojos brillando con curiosidad mientras se preparaba para el encuentro con su joven protegido.

— Esto, sin duda, es una sorpresa inesperada, la estrella de Broadway en el American Bar del hotel Savoy (1), ¿te está divirtiendo, muchacho? Preguntó Robert Hathaway, dejando que su mano descansara con amistosa familiaridad en el hombro de Terry.

El actor, contempló en silencio al director, sus ojos transmitiendo complicidad mientras una sonrisa sutil, apenas perceptible pero cargada de significado, se dibujaba en sus labios.

— ¿Qué estás bebiendo, hijo? Inquirió Hathaway con un gesto jovial, acomodándose junto a Terry. De repente, la noche adquirió un nuevo matiz de interés para el director de la compañía Stratford.

Macallan (2), respondió Terry, su rostro volviendo a sumergirse en el vaso con un gesto que sugería una profunda contemplación del líquido.

— ¿Macallan en un bar de cócteles? La señora Coleman (3) no debe estar muy satisfecha con tu elección, observó Robert Hathaway levantando interrogativamente las cejas, señalando con humor la bebida del actor.

Terry se encogió de hombros con despreocupación, dejando claro que esa noche no estaba interesado en las refinadas mezclas de la señora Coleman.

Sin rodeos pero con la delicadeza propia de su estilo, Hathaway abordó el tema que realmente le interesaba: la cena de Terry con June. Mientras solicitaba al mesero la especialidad del bar, un Hanky Panky (4), el director no pudo contener su curiosidad por conocer los detalles de ese encuentro.

— ¿Qué tal fue tu cena con June? Inquirió, su tono revelando una mezcla de interés genuino y anticipación. Terry respondió con una máscara de cortesía profesional, pero sus palabras sugirieron una experiencia menos que ideal.

— Solo espero no tener que repetir la experiencia, replicó el actor, su mirada reflejando una mezcla de resignación y molestia mientras daba un trago a su whisky con gesto reflexivo.

Robert sonrió brevemente, aunque sus ojos se oscurecieron ligeramente al contemplar la figura enigmática y reservada de Terry, quien parecía estar guardando mucho más de lo que revelaba.

— June debe estar profundamente decepcionada entonces. Ha estado esperando esta noche durante mucho tiempo, ¿no te habías dado cuenta? No puedes ser tan ciego, declaró el director, dejando entrever su preocupación con una franqueza directa.

Terry observó a Robert con calma mientras extraía un nuevo cigarrillo de su estuche y lo encendía con parsimonia. Tomándose su tiempo antes de responder a su jefe, parecía sumido en sus propios pensamientos, sin dejarse afectar por las palabras de Hathaway.

— No me había dado cuenta, respondió el joven hombre con indiferencia, su tono revelando una frialdad genuina.

Una sonrisa burlona se dibujó en los labios de Hathaway, una mezcla de admiración por la singularidad de Terry y una pizca de incredulidad por su aparente falta de percepción.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora