Capítulo 30. Chicago. Segunda parte

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— Archie, no puedes poner esa cara cuando Candy llegue con su prometido, se quejó Annie observando el rostro desfigurado de su marido.

— ¿Qué cara Annie? ¿Qué cara? Preguntó Archie con una mueca de disgusto imposible de disimular.

— Pues esa Archie, la que tienes justo ahora, respondió Patty intentando contener una sonrisa.

— ¿No se han parado a pensar que esta es mi única cara? No tengo otra, Candy y Granchester tendrán que conformarse con ella, respondió el joven hombre malhumorado frunciendo aún más el entrecejo.

William Albert le dirigió una mirada entre divertida y exasperada.

— Vamos hombre, es mejor que lo superes ya. Candy y Terry están a punto de llegar y tú no puedes recibirlos con semejante...

— ¿Cara? Terminó la frase fastidiado, lanzando un sonoro resoplido como producto de su creciente indignación.

— Exacto, fue la respuesta adusta Albert.

— ¿En ese caso, porque no me dispensan de pasar este mal rato? Propuso incorporándose con la seria intención de retirarse de la estancia.

— Oh, favor Archie, no seas tan egoísta, piensa en Candy por un momento, objetó Annie empezando a sonar molesta.

El hombre observó intensamente a su esposa.

— Pienso en ella cariño, ese es el motivo por el cual no logro comprender que Candy le permitiera a ese individuo contactarla de nuevo. Y ahora esto. ¡Prometidos! ¡Por mil demonios! ¡Están prometidos! Articuló lentamente las palabras tratando de hacer comprender a los presentes el grave significado que envolvían.

— Se te ha olvidado que no solo están prometidos, también piensan casarse en algunos días, lo provocó Patty con fingida ingenuidad.

Hecho una furia, Archie hundió los dedos en su cabello perfectamente peinado hasta desordenar sus sedosos mechones del color del trigo con desesperación.

— Candy ha perdido el juicio. Solo han pasado unas cuantas semanas desde que se han reencontrado, ¿cómo pueden estar a punto de casarse ahora? Que alguien me lo explique. Todo esto escapa a mi entendimiento, ¿acaso solo yo veo el error y el disparate que piensa cometer? Preguntó perplejo, observando a los presentes con sus ojos abiertos como platos.

— Creo que a estas alturas comprenderás que la separación entre ellos hace algunos años no fue algo que Terry deseara, argumentó Albert, al tiempo que acariciaba perezosamente con sus dedos la delgada muñeca de su prometida.

— Bah, si lo hubiese deseado, Granchester habría hecho hasta lo imposible por permanecer junto a Candy, pero ¿qué hizo? Decidió quedarse con esa actriz como el imbécil que siempre ha sido, espetó Archie molesto.

— Conoces muy bien a Candy, sabes perfectamente que ella no habría permitido a Terry abandonar a esa joven después de su trágico accidente, comentó Patty intentando razonar con el rubio infructuosamente.

— Así es, Terry se ha sacrificado y ha permanecido junto a la señorita Marlowe, a pesar de sus propios deseos. Fue un acto muy noble por su parte, aunque a ti te cueste comprenderlo, añadió Annie apoyando las palabras de su amiga.

— ¡Ah, lo que me faltaba! Exclamó Archibald, alzando sus brazos teatralmente hacia el cielo, ahora resulta que Granchester es un ángel, un hombre intachable y de elevados principios.

— No precisamente un ángel cariño, pero creo que es momento de admitir que renunciar a lo que más se quiere no es precisamente algo fácil de llevar a cabo. Tú más que nadie deberías comprender a Terry en ese aspecto, repuso Annie con un tono extrañamente calmado.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora