Capítulo 27. Reencuentro. Primera parte

2K 88 125
                                    


Nota al lector: aconsejo escuchar la música con el capítulo.


Habían pasado ya algunos días desde su regreso a New York tras su gira por Inglaterra, y Terry no tenía noticias de Candy. La falta de respuesta de la joven lo desesperaba más con cada minuto que transcurría, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera ella. Aunque intentaba engañar al tiempo con mil artificios, todo era en vano. Su mente volvía incesantemente a la ausencia de noticias, y cada segundo sin una carta suya le parecía una tormentosa eternidad.

—¿Y si Candy decide tomarse un largo periodo antes de responderme? se preguntó temblando esa mañana ante semejante posibilidad.

—Realmente me lo tendría merecido, declaró con amargura. — Me he debatido durante seis meses con mis propias dudas. Si ella se encuentra en las mismas circunstancias, no podría quejarme, pero no estoy seguro de que sobreviviría a esta angustiosa espera por mucho tiempo.

El joven hombre consideraba que era mucho más doloroso no saber nada de Candy que obtener una respuesta demoledora y definitiva. Si ella finalmente le revelaba que había encontrado a alguien durante los años en que permanecieron separados, lo aceptaría. Por lo tanto, esperaba que, como un último favor, Candy tuviera la amabilidad de responder su carta. Conocía muy bien su carácter bondadoso y tenía la esperanza de recibir esta última prueba de estima de su parte. Lo soportaría todo menos su indiferencia.

Suspiró profundamente. Una inquietud inexpresable tiñó su rostro. Se sentía como un barco a la deriva. Necesitaba a Candy de una manera que nada lograba saciar, y se desesperaba porque ignoraba todo sobre ella: sus actos, sus pensamientos; ni siquiera podía asegurar que ella pensara en él de vez en cuando. ¿Acaso lo habría olvidado?

Él quería postrarse a sus pies y suplicarle perdón, ansiaba amarla con una devoción tal que el doloroso pasado quedara aniquilado para ambos, pero todas sus esperanzas estaban puestas en una respuesta que no llegaba, y la espera lo estaba matando.

Esa mañana, más angustiado que de costumbre, se había encerrado temprano en su estudio. Tocaba en su piano con desgano "Gnossienne n°1" (1), mientras el sol de finales de la mañana calentaba la habitación con una luz cálida. La melodía lograba tranquilizar su nerviosismo, y repetía una y otra vez la composición misteriosa como si intentara acunarse a sí mismo.

La señora Russell, su antigua cocinera que ahora se había convertido igualmente en su ama de llaves, estaba alerta al correo que llegaba para el actor como un perro de caza desde hacía casi una semana, pero no había indicios de la tan ansiada carta.

Terence había insistido tanto en que esperaba una misiva de importancia extrema, que la mujer se había tomado el trabajo de controlar con severidad el correo para el actor y permaneció vigilante a la llegada del cartero al edificio todos los días, al punto que había terminado por tener una riña con el portero del inmueble, quejándose de la lentitud con que repartía la correspondencia a los residentes.

Sin embargo, aunque la correspondencia llegaba al apartamento del actor en Greenwich Village (2) con regularidad, la carta de Candy seguía sin aparecer. La idea de que su propia carta o la respuesta de ella hubiese podido perderse en el viaje le helaba a Terry la sangre.

Repitió de nuevo la melodía. Su mano izquierda se desplazaba lentamente por las teclas del piano. El sonido lento de los tres acordes en fa menor, do menor y si bemol era tan hermoso como desgarrador. El toque sólido y flexible de sus dedos en el piano con una nota cada vez más alta que la anterior resonaron en la estancia, creando una atmósfera de melancolía profunda. Cada repetición de la melodía era un reflejo de su estado de ánimo, una mezcla de esperanza y desesperación, amor y temor, que se entrelazaban en una danza de emociones contenidas.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora