Capítulo 27. Reencuentro. Cuarta parte

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En medio de la oscuridad del auto, Terry observó a Candy, encontrándose con sus hermosos ojos iluminados de una luz cálida cuando ella le dirigió una larga y entrañable mirada que descendió hasta su alma.

-¡La noche está espléndida! Es luna llena y el cielo está inundado de estrellas, puedo verlas sin problemas a pesar del movimiento del auto, declaró la joven, acercándose un poco más a la ventana de su asiento para sumergirse en la maravillosa vista que les ofrecía la noche.

-El campo es un buen lugar para apreciar las noches estrelladas. En New York, por el contrario, con tantas luces, es difícil ver algo de este espectáculo, manifestó él, observando su figura concentrada en contemplar las luces nocturnas. Pero cuando sus ojos se volvieron a posar en la carretera, frunció el entrecejo y su rostro se ensombreció.

Terry se sentía agitado. Pronto volverían al hogar de Pony, Candy se iría a la cama y a la mañana siguiente, él tendría que despedirse de ella para volver a New York. Por supuesto, todavía tenían la correspondencia y el teléfono para mantenerse en contacto con ella, pero luego de verla, la idea de alejarse de su lado le resultaba profundamente doloroso.

Esa noche, Candy no había accedido a su petición de irse con él a New York, se había negado tajantemente a su demanda sin un atisbo de duda en la voz. No se lo reprochaba ¿Cómo podría? Sabía que su proyecto no tenía ningún sentido. Consideraba que ella necesitaba tiempo para pensar en todo lo sucedido entre ellos desde su llegada inesperada al hogar de Pony.

-Seguramente está confundida por mi repentina presencia, le he dicho tantas cosas en las que debe reflexionar, meditó Terry, lanzándole una breve mirada soñadora a la muchacha. No obstante, no encontraba un argumento completamente válido para disipar la decepción de su negativa y sabía que era egoísta por ello. Tendría que ser paciente. Esperaría a Candy todo el tiempo que ella lo requiriera.

Una inesperada explosión sacó a Terry de sus amargos pensamientos.

-¿Y esa explosión? Preguntó Candy, que, abstraída en la noche, no comprendía de donde provenía el repentino estallido y miraba a todos lados con inquietud.

-Algo le ocurre al auto, afirmó Terry que intentaba con cierta dificultad ver el camino que el humo del vehículo invisibilizó por algunos segundos.

Poco a poco, el automóvil perdió velocidad y el actor tuvo que buscar un lugar en la carretera para detenerse.

-¡Esto no tiene buen aspecto! Declaró, bajándose del vehículo cuando se detuvieron finalmente junto a un enorme campo abierto.

La noche era esplendida, tan clara que casi podía verse como si estuvieran en pleno día, así que era fácil reconocer la naturaleza exuberante que los rodeaba.

Cuando estuvo fuera del auto, Terry abrió sin demora el capó para tratar de comprender lo que había ocurrido.

-Espero que no sea el motor, pero será difícil determinar el problema con esta luz, comentó de inmediato el actor.

¡Espera Candy! Aléjate un poco, no quiero que respires esta humareda, le ordenó cuando la vio acercarse demasiado al motor. La muchacha dio unos cuantos pasos hacia atrás obedeciendo a su demanda en el acto.

-¿Conoces de autos? Le preguntó ella, al tiempo que observaba como Terry se sacaba la chaqueta y la depositaba en el espaldar de su asiento para doblar después las mangas de su camisa blanca con la intención de inspeccionar el daño. Por alguna razón, el verlo hacer aquel gesto la hizo sentir nerviosa.

-Algo sé, pero no te ilusiones Candy, no soy ningún experto, le respondió él bajando la cabeza finalmente para examinar el interior del vehículo. Algunos mechones de su corto cabello ondulado cayeron en su frente y Candy casi deseo tocarlo.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora