Primera parte. Capítulo 1. Despedida

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Era una noche de invierno, afuera, el viento zumbaba y la nieve golpeaba con fuerza las ventanas del hospital haciéndolas vibrar. Un manto de nieve se apoderaba de la bulliciosa ciudad de New York repentinamente silenciosa, casi expectante, como si se hubiese convertido en la testigo inminente de un evento importante aquella gélida noche.

Luego de salvar a Susana de arrojarse de la azotea del hospital, Candy y Terry solo cruzaron unas cuantas palabras durante su encuentro en el hospital Saint-Jacob.

Y cuando Susana fue instalada en su habitación luego de su fallido intento de suicidio, la joven mujer insistió en ver a Candy antes de que esta partiera del hospital.
Minutos después, las dos jóvenes se entrevistaron en privado en la habitación de la convaleciente mientras que Terry esperaba en el corredor sumido en una tristeza infinita.

Esa noche, sabiendo que todo estaba perdido, Candy supo que debía tomar una decisión cuanto antes. En medio de su profunda aflicción, la muchacha comprendía que Terry y ella no podrían ser felices, ni podrían amarse libremente dejando a Susana de lado. Este hecho era una verdad dolorosa pero inalterable para ella.

La conversación con Susana fue corta. Una y otra vez la joven se disculpaba y le pedía a Candy que la perdonase por su egoísmo. Por su parte, Candy con dolor, le prometió a Susana no volver a ver a Terry nunca más antes de marcharse. No hablaron mucho después de aquella promesa, todo estaba dicho entre ellas.

Hay personas que solo pueden encontrar defectos, enforzándose para no ver las cualidades de sus rivales en el amor. Sin embargo, Candy no era ese tipo de persona. Al tomar la decisión de separarse de Terry, ella pudo ver aunque con dolor en el corazón de Susana, y comprendió que su cariño y sacrificio la hacían merecedora del amor del joven hombre.

Simplemente nunca podría pagarle que a costa de su propio bienestar, hubiese protegido a Terry de ser aplastado por los proyectores del escenario. Comparada con Susana, Candy no tenía méritos, nunca había hecho un sacrificio semejante por Terry. Debía aceptar que el amor de aquella muchacha era tan fuerte como el suyo y que, si alguien era merecedora del amor del joven, esta era sin duda Susana.

Con estas últimas reflexiones y deseándoles toda la felicidad del mundo, Candy supo que era momento de partir cuanto antes.

Al salir de la habitación, se dirigió hacia la salida del hospital con rapidez. Sus piernas temblaron al pensar en la inminente y definitiva separación de Terry, pero quería partir de allí cuanto antes, no había nada que pudiera hacer para cambiar las cosas.

— ¡Adiós! Le susurró a Terry con voz temblorosa al pasar por su lado para luego continuar caminando sin detenerse a observarlo. Ella no se atrevió a mirarlo a los ojos al despedirse. No tuvo el valor de hacerlo, no pudo hacerlo.

Caminó tan rápido como pudo, pero súbitamente, Candy escuchó unos pasos trás ella en el momento en que cruzaba el umbral del hospital. Terry la había seguido y con una rapidez que la tomó por sorpresa, la atrapó entre sus brazos y la envolvió atrayéndola hacia él con fuerza.
Paralizada, Candy pudo sentir el corazón del muchacho latiendo desbocado como si estuviese a punto de romperse.

Terry por su parte, enlazando la apretada cintura de la joven, sintió la calidez de su cuerpo femenino tan cerca y tan lejos de él y en un deseo loco por retenerla, la atrajo más hacia él y hundió su rostro en su nuca instintivamente. Él temblaba de la cabeza a los pies.

— Te lo suplico, solo por un instante más, permanezcamos así. Su voz era grave y susurrante, aquella voz que tanto le gustaba a Candy.

Ella cerró los ojos tratando de contener las lágrimas, pero le fue imposible, lloraba en silencio en los brazos del muchacho que tanto amaba. En su infinito dolor, Candy pudo sentir el calor de aquel pecho irradiando su espalda y las lágrimas frías de Terry derramándose lentamente sobre su cuello.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora