Capítulo 29. Romeo y Julieta. Cuarta parte

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Terry avanzaba por la alfombra roja escuchando las absurdas e incesantes preguntas de los reporteros.

Para esos momentos, se sentía tan abatido al no tener noticias de Candy que era incapaz de contradecir la sarta de estupideces que aquellos periodistas lanzaban por los aires.

-¿Con qué objetivo contradecirlos? Se decía. Si me enfrasco en un debate con esa gente en estos momentos, tendré que detenerme, dar explicaciones, contestar a cada uno de los rumores que se dicen sobre nosotros. No, de ninguna manera lo haré, solo perdería un tiempo valioso, pensaba él con su rostro fijo en la puerta del edificio mientras los flashes lo enceguecían poco a poco.

A pesar de la insistencia de June para que él permaneciera a su lado, un silencio pesado y sombrío que disimulaba algo de amenazante y de opresor se instalaba poco a poco entre ellos.

Solo le bastaron unos cuantos minutos a Terry para perder la paciencia, soltándose del posesivo agarre de June que intentaba retenerlo a su lado tanto tiempo como pudiese.

-He tenido suficiente. Tú puedes quedarte y posar cuanto te plazca, espetó el hombre alejándose de ella, indiferente a las suplicas de la mujer que entre sonrisas le pedía que la esperara.

Por un momento, el actor creyó escuchar la voz de Candy gritando su nombre cuando subía los escalones que conducían al edificio. Aturdido se dio media vuelta y observó la extensa multitud que rodeaba el edificio. Las voces de la prensa y del público gritando su nombre se mezclaban creando una confusión sin nombre. De igual manera, le era imposible distinguir a las personas, ya que las flashes de las cámaras fotográficas le impedían ver correctamente.

-Probablemente lo he imaginado, se dijo abatido y sin pensarlo más, se precipitó de inmediato hacia el interior del edificio con la intención de buscar a Candy en la gala.

Desafortunadamente, con lo que no contaba Terry esa noche, era que desde su entrada a la exclusiva recepción, sería abordado de inmediato por el propio alcalde Hylan y algunas personalidades políticas de la ciudad que lo felicitaban entusiasmados por su desempeño de esa noche.

Terry no supo nunca lo que respondió a las múltiples preguntas que le hacían aquellos tres hombres. Observaba todo a su alrededor desorientado, una suerte de bruma sombría y pesada se posaba dolorosamente en sus ojos. Él no lograba liberarse de aquella ansiedad desesperante que le cortaba por momentos la respiración.

No tardó mucho para que Robert Hathaway se acercara al grupo de hombres con los que se encontraba Terry hablando.

Con delicadeza lo apartó un poco de ellos para luego susurrarle al oído:

-Te estábamos esperando Terence, ¿en dónde demonios te habías metido? Sabes bien que el alcalde nos ha pedido decir algunas palabras a los invitados de esta noche, espero no lo hayas olvidado.

-No, por supuesto que no Robert, repuso el actor, cada vez más nervioso, observando las incontables mesas del salón intentando encontrar a Candy en alguna de ellas.

-¡Terence! ¿Qué es lo que te ocurre? ¡Estás sudando! Robert Hathaway se alejó un poco del actor para observar su rostro. ¿Por qué estas tan pálido? Cuestionó de nuevo, un poco desconcertado al ver el mal aspecto del actor.

Terry negó con la cabeza.

-No me ocurre nada, respondió, sacando su pañuelo de su bolsillo para limpiarse el sudor. Luego de un momento añadió por lo bajo:

Dime Robert, ¿has visto a mi madre?

-¿A Eleanor? Por supuesto, precisamente la acabo de dejar, está en su mesa con Patrick. Zuckor(1) y Lasky (2) están con ellos por cierto. Quieren hablar contigo. Ven, nos llaman, susurró el director cuando observó al alcalde haciéndole una seña con la mano para pedirles que se aproximaran.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora