Capítulo 15. 1921

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Sentado en su sillón, Terry  emitió un largo suspiro. Colocó con cuidado el voluminoso libro que acababa de terminar sobre la mesa de madera de palisandro y encendió con un gesto ágil la lámpara de bronce y opalina calada con motivos florales que reposaba a su lado.

Siempre que tenía un buen libro en sus manos, él lo leía lentamente, deseando capturar cada palabra, cada reflexión, cada idea del autor. Se sometía voluntario a la infinidad de vidas potenciales y ficticias de aquellas historias que solía leer entusiasmado. Le gustaba el perpetuo trabajo de interpretación que debía realizar y le fascinaba como el estado estático de las palabras se transformaba en las tierras fabulosas y en movimiento de su propia imaginación.

Se recostó contra el respaldo, colocó los brazos sobre los sólidos apoyabrazos de madera y dejó caer suavemente la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos por un instante.

Se sentía agradecido de que, a pesar del paso de los años, su dominio del francés aún fuera lo bastante sólido como para poder sumergirse en un libro como aquel. Las rigurosas lecciones recibidas en la casa solariega de su padre y posteriormente en el Royal Colegio Saint-Paul con la temible hermana Kreis permanecían arraigadas en su memoria.

— "Le Rouge et le Noir", hermoso título para una novela sonrió satisfecho. 

Estaba cautivado y deseaba leer rápidamente un nuevo Stendhal (1), pero su próxima lectura sería un Pouchkine (2) y los rusos al igual que los franceses nunca lo decepcionaban en literatura.

Pronto comenzarían los ensayos en los estudios de Paramount (3). Filmaría su primera película y seguramente la última, pensaba él. Inicialmente, Terry había rechazado la propuesta del estudio. El mundo del cine no le atraía; no se consideraba parte de él. Había nacido como actor de teatro y estaba decidido a mantenerse fiel a esa pasión hasta el final de sus días.

Los directivos del estudio Paramount, Adolph Zukor y Jesse L. Lasky, quienes se habían desplazado hasta el teatro Stratford para recibir a Terry a su llegada a América tras una extensa gira por Inglaterra, no compartían esta perspectiva. Les resultaba incomprensible que Terence Graham rechazara una oferta tan tentadora, sobre todo cuando se había acordado una suma considerable de dinero para persuadirlo. Aunque reconocían su excelencia como actor teatral, como visionarios que eran, entendían que participar en una película representaba una oportunidad sin igual para cualquier intérprete, ya que consideraban al cine como el futuro de la actuación.

El personal del teatro tampoco compartía la decisión de Terry, y en particular, Robert Hathaway no lograba entender por qué rechazaba la oferta de forma tan contundente.

Y aunque apreciaba la lealtad de Terence, Robert reconocía que participar en películas representaba una excelente oportunidad para él, además de que contribuiría al prestigio de la Compañía y probablemente duplicaría las ventas de las temporadas venideras. En este sentido, Robert destacaba por su pragmatismo y realismo.

Cuando la Compañía Stratford volvió de su gira por Inglaterra, pese al cansancio extremo de todo el elenco y del equipo en general, se vieron obligados a proponer tres semanas más de Hamlet en New York a petición del público, tres semanas que terminaron por convertirse en cinco.

Los actores no habían parado de trabajar desde el otoño de 1919 y para principios de 1921 toda la compañía exceptuando al enérgico Terry estaba a punto de colapsar. Entonces se había acordado que después de terminar estas últimas semanas de presentaciones, los actores descansarían el resto de la primavera y parte del verano y retomarían el trabajo algunas semanas antes de lo habitual para preparar la temporada siguiente que se auguraba desde ya como un nuevo un éxito para la Compañía.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora