Capítulo 25. La trampa. Segunda parte

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Esa tarde de invierno, Patricia emergió de la imponente iglesia Saint-Clement (1) en Lincoln Park, envuelta en la tranquila solemnidad que impregnaba el aire. El frío del invierno mordía sus mejillas, pero su mente estaba más ocupada en encontrar la serenidad que tanto necesitaba para afrontar lo que se avecinaba unas horas más tarde.

El día ansiado por Albert y ella finalmente había llegado. Aquella noche, darían a conocer su compromiso en una íntima reunión en la mansión de los Ardlay. Su relación, sin embargo, era un secreto compartido únicamente por Candy, Annie y Georges. Incluso Archie descubriría esa noche, junto con los demás invitados, la relación especial que había florecido entre Albert y Patty. 

Esa mañana, la joven mujer había estado más nerviosa de lo esperado. A las cinco, ya estaba despierta a pesar de su fatiga, deambulando de un lado a otro en su habitación, incapaz de hallar consuelo en el sueño. Durante toda la mañana, se vio envuelta en una especie de inquietud nerviosa, difícil de ocultar para los ojos maternales de la señora Brighton, quien después de palpar las manos de la joven y notar que estaban gélidas, la envió a su dormitorio alrededor de las diez de la mañana, creyendo que podría estar resfriándose.

Sin embargo, como era su costumbre desde hacía más de un mes, la muchacha salió a la una de la tarde de la residencia para refugiarse en la tranquilidad de la iglesia Saint-Clement.

Patricia estaba verdaderamente nerviosa ante la idea de anunciarle a la matriarca de los Ardlay su compromiso con su sobrino. A medida que se acercaba la fecha, sus pensamientos se centraban cada vez más en la anciana. El rostro de la señora Elroy se le presentaba imponente, con su natural altivez y frialdad, sumiendo a la joven en un estado de nerviosismo extremo que solo las palabras tranquilizadoras de Albert lograban calmar.

Patty era consciente de que la señora Elroy tenía otros planes para Albert, y probablemente no la consideraba ni remotamente como una candidata digna de ser la esposa del heredero de los Ardlay. Sin embargo, la joven mujer guardaba la esperanza de que, con el tiempo, lograría ganarse la estima de la matriarca de los Ardlay. Estaba decidida a hacer todo lo necesario para que ese momento llegara, especialmente porque sabía lo importante que era para Albert la aprobación y el apoyo de su tía en esta nueva etapa de su vida.

Ese día, William Albert le había propuesto a su prometida ir a recogerla él mismo para conducirla a su residencia por la noche, pero Patricia se había negado. Prefería llegar junto a los señores Brighton como una invitada más antes de anunciar su compromiso con Albert ante todos. Creía firmemente que esto haría las cosas un poco menos tensas para todos los presentes esa noche, especialmente para la señora Elroy y los ancianos del clan Ardlay que estarían en la cena.

Esa tarde, después de haber participado en la ceremonia religiosa, Patty se dirigía hacia la residencia de los Brighton, con paso apresurado por la calle Nord Orchard, en busca de un taxi. El día de invierno, que hasta hace poco había sido sorprendentemente cálido para el mes de febrero, había sufrido un cambio dramático; la tarde se había oscurecido considerablemente. Un viento gemía con furia, y las primeras gotas de lluvia comenzaban a salpicar el suelo cubierto por la nieve. La muchacha, que había olvidado su paraguas esa tarde, aceleró el paso, concentrada en encontrar un taxi.

Mientras caminaba, Patricia percibió una incómoda sensación, como si estuviera siendo observada o vigilada desde la distancia. Inspeccionó su entorno con cautela. En la acera del frente, un hombre caminaba hacia ella con la mirada fija en sus movimientos. La intensidad de su mirada parecía penetrar en su ser, haciendo que sus piernas temblaran. Observó a ambos lados del camino, y la soledad de la calle la perturbó aún más. Decidió que lo más sensato sería regresar a la seguridad de la iglesia y llamar desde la casa parroquial a la señora Brighton para que enviara al chofer a recogerla. El hombre parecía demasiado sospechoso para ser ignorado, y era mejor actuar con prudencia en una situación como esa.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora