El día soleado y tibio exhalaba el viento del verano. Toda la campiña resplandecía con sus verdores, sus aguas, su amplio círculo de colinas, con el espeso bosque. En aquel rincón apartado del mundo, se reflejaba hasta el estremecimiento que el aleteo de un pájaro provocaba en el aire cálido, hasta la alegría de los olores, latiendo en un rayo de luz.
Candy alzó la vista, y contempló el gran cielo, nada más que azul, un azul infinito. Respiró profundamente sintiendo que bebía de la dulzura y la pureza de aquel lugar amado.
Observó su querido orfanato. Tras el hogar de Pony se extendía un bosque casi virgen, cuyas cimas se amontonaban sin fin, salpicadas de verde amarillo, de verde pálido y del verde intenso de todas las especies. La colina de Pony, por su parte, no formaba más que un vasto jardín de margaritas, zinnias, dalias, equináceas, lirios, monardas silvestres, flores de chirivías, y un arcoíris de flores salvajes. Todo el lugar era un campo de colores donde descendía la caricia del sol.
Los árboles estaban en flor. El sol vivo y caliente del verano hacia cantar a las alondras y parecía que las atraía más cerca del cielo, tan recto y alto volaban ellas. Por todas partes había insectos recién nacidos que el viento mecía como átomos de luz en las puntas de las altas hierbas, y los pájaros, que pasaban en parejas a tiro de ala, se dirigían al bosque, hacia los nidos invisibles.
Candy se sentía estimulada por ese baño de luz, por ese oleaje de vida, por los olores de la vegetación y por aquella exuberancia que impregnada la atmósfera. Inspiró profundamente y experimentó un sentimiento dulce casi doloroso. Estaba conmovida hasta las lágrimas al contemplar aquella explosión de savia que la rodeaba.
Cerró sus párpados por un momento, como si se encontrara en el más dulce de los sueños, y al abrirlos nuevamente contempló como el sol se extendía como una alfombra de oro sobre los prados. Sus rayos corrían fugazmente por los senderos, se colaba a través de los árboles como finos mechones llameantes y acariciaba con su luz exquisita el hogar de Pony y la vieja capilla.
Sentía el sol acercarse a ella en un aliento cálido, muy débil al principio, apenas rozando su piel, luego creciendo gradualmente. La sensación era tan vívida que se estremeció como si recibiera la suave caricia de una mano.
El sol, con su sabor distintivo, traía consigo el saludable amargor del aire fresco, poniendo en sus labios el regocijo de los aromas dulces, de las frutas ácidas, de los bosques lechosos. Candy respiraba el sol con los perfumes que recogía en su camino: el olor de la tierra, el olor de los bosques sombríos, de las plantas cálidas, el olor de los animales vivos. Todo un ramillete de aromas, cuya intensidad la llevaba hasta el vértigo. Escuchaba el sol, desde el suave vuelo de un pájaro rozando la hierba, sacando del silencio la colina de Pony, dándole voz a todo lo que tocaba, haciéndole sonar en los oídos la música de las cosas y de los seres vivos. Lo veía venir a ella, desde el fondo del camino, desde la colina de Pony empapada de oro. El aire rosado, tan alegre, que iluminaba su sendero con una sonrisa, tan grande como una mancha de día, que en pocos saltos se convertía en el esplendor mismo del sol. Húmedos destellos inundaron, ante tal milagro de la vida que ocurría en el día más importante de su vida.
— Candy, murmuró Albert acercándose a la joven con paso decidido.
Ella lo miró en silencio, sorprendida porque no lo había visto venir, pero luego le sonrió dulcemente y volvió a posar su mirada maravillada en el hogar de Pony adornada por las preciosas flores de lupino y los girasoles.
William Albert la contempló admirativo, como si la joven naciera en el sol, en el baño puro de luz que la inundaba. Sabía que, en aquel momento, Candy se despedía del lugar que tanto amaba y que consideraba como su único hogar.
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Un largo invierno
FanficUn largo invierno es una ficción basada en la novela Candy Candy Final Story (2010) de Keiko Nagita. Esta historia es un intento de recrear la vida de Terry después de su separación con Candy, durante el invierno de 1915/1916. En mi corazón, Terry e...