Capítulo 27. Reencuentro. Tercera parte

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Poco a poco sus bocas se separaron y ahora Terry cubría la frente de Candy de una lluvia de besos hasta que, finalmente, la abrazó posesivamente y así permanecieron por un largo tiempo en silencio.

Candy temblaba en sus brazos y el hombre sintiendo sus continuos estremecimientos, se alejó de ella para mirarla.

Deseaba volver a contemplar su bonito rostro oval sabiendo que nunca podría saciarse de verlo.

-¿Cómo estás? Le preguntó con sus labios todavía muy cerca de su boca. Su aliento vivificante era embriagador.

Candy no supo qué responder, pero su rostro carmesí era más elocuente que cualquier cosa que ella pudiera decir.

Con la intención de obligarla a hablar, Terry decidió provocarla.

-¡Querida! ¿Debo tomar tu ardiente beso como una declaración loca de amor? Añadió sin vergüenza. Una sonrisa petulante y seductora curvaba sus labios.

-¿Mi beso? Respondió Candy entre la confusión e indignación.

No he sido yo la que...

Pero de nuevo vaciló en continuar su frase completamente acalorada, comprendiendo que Terry le estaba tomando el pelo para incomodarla y sacarla de su mutismo.

-¡No te burles de mí! Le exigió, pero cual fue su sorpresa cuando percibió la mano del actor recogiendo su cabello para luego sentir la frescura de su boca posándose suavemente en su cuello.

-Nunca podré olvidar nuestro primer beso, murmuró volviendo a contemplarla con ojos que parecían descender hasta su alma.

La joven mujer cerró de nuevo sus parpados incapaz de enfrentar su ardiente mirada.

Hubo un instante de silencio donde solo se podía apreciar sus profundas respiraciones. El sol del atardecer continuaba cayendo en el verdor a su alrededor y suspendía sus gotas argentinas en los pétalos de las flores. El aire agitaba las delicadas flores de brezo que inundaban toda la colina.

-Candy, en algún momento tendrás que enfrentarme ¿Acaso te intimidó? ¿Qué ocurre? La cuestionó el actor curioso, rompiendo el silencio, al observar que la joven continuaba temblando con los ojos todavía cerrados para evitar verlo.

-Ella negó con la cabeza, abriendo sus ojos dulces lentamente.

En realidad, debía admitir para sí misma su turbación interior. Candy no esperaba que Terry la alterara de esta manera, pero se sentía subyugada por su presencia.

Para su fortuna, el sonido repentino de la campana en el hogar de Pony indicando que era la hora de la cena, despertó a la joven mujer de su languidez amorosa como si la hubiesen pinchado con la punta de un alfiler.

-¡Oh! !Es la campana de la cena! ¡Dios mío! No pensaba que fuera tan tarde, se quejó, llevando sus manos a sus mejillas con inquietud. ¡Terry, por favor! No podemos continuar en la colina, la señorita Pony y la hermana Lane necesitan de mi ayuda. Debemos regresar al hogar de Pony cuanto antes, rogó, logrando finalmente romper su abrazó, recuperando poco a poco su acostumbrada tranquilidad de chica de campo.

En realidad, aunque ellos habían perdido la noción del tiempo, tres largas horas habían transcurrido desde el momento en que Terry encontró a Candy en la colina de Pony y las seis y media de la noche, hora en que los niños tomaban la cena en el orfanato como era la costumbre cada noche.

Terry aceptó volver al hogar de Pony no sin cierta preocupación. Sabía perfectamente que no podían permanecer el resto de la noche en la colina ¿Cómo podrían? Pero se inquietó al comprender que en el momento en que cruzaran el umbral de la casa, al estar rodeados de los niños y de las madres de Candy, no tendrían probablemente la oportunidad para estar de nuevo a solas como el tanto lo deseaba y necesitaba ¿Qué hacer? Se preguntó, odiaba tener que partir tan pronto de su lado. Solo unas cuantas horas lo separaban de su viaje de vuelta a New York.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora