Capítulo 28. New York. Primera parte

1.6K 79 196
                                    

Plataforma 34 (1).

Terry estaba exultante. En pocos minutos el tren de Candy llegaría a Grand Central Terminal (2).

Días antes, había recibido la llamada de una Candy agitada por la emoción anunciándole que había decidido ir a New York para ver la última función de "Romeo y Julieta". Esa noche, ella tuvo que decirle en repetidas ocasiones que iría a verlo antes de que él finalmente comprendiera que no estaba soñando despierto. ¡Qué felicidad! Qué infinita dicha saber que Candy vería su Romeo.

En aquella conversación telefónica, Terry le preguntó que le había hecho decidirse, pero la joven mujer le había respondido enseguida que tendrían tiempo para hablar de ello en persona cuando estuviera con él en New York. En esos momentos, la preocupación que ocupaba a Candy era encontrar un hotel adecuado para alojarse en tan poco tiempo. Deseaba que este no estuviera muy lejos del apartamento de soltero de Terry para disfrutar tanto como fuera posible el tiempo que tendrían juntos en la ciudad antes de partir a Chicago. Sin embargo, la joven no tenía idea que lugar podría ser conveniente para ella. Siendo una chica de campo, no conocía realmente un hospedaje decente en New York y pensaba que quizás tendría que acudir a Georges Villers, mano derecha de William Albert para que le echara una mano en esa tarea.

Naturalmente, Terry le aseguró de inmediato que no debía preocuparse por semejantes nimiedades. Él mismo se encargaría de encontrarle un bonito alojamiento, esa era su intención desde el principio cuando había decidido invitarla a ir, le había asegurado él enseguida. Lo único que Candy debía hacer en esos momentos, era empacar su equipaje y partir cuanto antes del hogar de Pony, lo demás no tenía realmente importancia para Terry.

La noche en que recibió la bienaventurada llamada de Candy, el actor estaba tan dichoso que no pudo evitar acudir a ver a su madre para contarle la buena noticia a pesar de lo tarde que era cuando decidió aparecerse en su apartamento. Necesitaba desahogarse, tenía tantas emociones acumuladas dentro de él que sentía que su corazón estallaría en cualquier momento.

Eleanor por supuesto lo recibió aquella noche con los brazos abiertos en su acogedor salón donde ellos ya habían pasado otros momentos juntos cuando la suerte de Terry era muy diferente.

-Madre, Candy vendrá a New York, vendrá a ver la función de "Romeo y Julieta", le había anunciado él con sus ojos brillantes de júbilo.

En esos días, Eleanor estaba al tanto de que Terry había viajado a Michigan para ver a Candy dos semanas atrás luego de haberle escrito una carta que ella tuvo la generosidad de responderle.

Como madre, Eleanor se lo agradecía de todo corazón a Candy, y esperaba tener la oportunidad algún día de hablar con ella adecuadamente.

En realidad, cuando Terry volvió de su viaje a Michigan, Eleanor encontraba que su hijo vivía en una extraña ambivalencia. Por una parte, estaba eufórico, Candy había aceptado sus sentimientos por él, había admitido que aún lo quería pese a la dura separación vivida años atrás a causa del accidente de Susana Marlowe. Terry se lo había confesado a su madre con un brillo particular en sus ojos aquella tarde. Sin embargo, que la joven se hubiese negado a acudir a New York cuando él se lo pidió, lo había realmente herido y lo había llenado de inquietudes a cerca de su futuro con ella.

-Debes darle tiempo, las mujeres no solemos ser tan impulsivas, le dijo Eleanor en aquella conversación para tranquilizarlo.

-Cuando Candy quiere algo, toma las decisiones enseguida, ella no es como todas las mujeres madre, le refutó Terry al instante.

Eso me hace pensar que todavía guarda dudas acerca de nosotros, se quejó él con dolor esa tarde.

-O quizás... Puede ser todo lo contrario ¿no lo crees Terry? Le dijo ella después de un momento de reflexión.

Un largo inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora