Capítulo 13: Conozco a un príncipe de Disney

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No me gusta cocinar. Había pasado toda mi vida negándome a preparar cualquier cosa que no esté prehecha. Pero ahora aquí estaba, leyendo mil veces el mismo recetario tratando de entender cómo rellenar un pastel de Luna. Todo porque termine buscando trabajo en una cafetería.

Bien Charlie.

Tenía que preparar 3 bandejas del plato principal de la cafetería antes de que cerraremos. No entendía bien por qué era necesario hacerlo la noche anterior, pero la señora Chang insistía que así siempre los habían preparado y que era la forma más barata y rápida de hacerlo. Yo no era nadie para replicar, sobre todo tomando en cuenta mis nulos conocimientos; estuve 2 horas intentando descubrir que era una prensa de pasteles. 

—Vas bastante bien para tu primera vez— Me sobresaltó una voz a mis espaldas, me giré y vi a Peter sonriéndome —Eso sonó extraño, pero entiendes a lo que me refería

—¿Cómo logras hacer esto tan rápido? —Me quejé.

—Creo que te acostumbras. — Mordió la barrita de cereal que tenía en la mano —Todo te sale más rápido luego de 1 año de trabajo

Cerré el último pastel y los miré con el ceño fruncido. El chocolate del relleno se derramaba en toda la bandeja, y el diseño de la masa había quedado torcido.

—Como dije: bastante bien. —Lo oí reír.

—Gracias. —Metí la bandeja al horno, suspirando profundo. —Sin duda no sirvo para la cocina, y todavía me quedan 2 bandejas más. No sé si voy a terminarlos para cuando cerremos.

—Si quieres podemos hacer un cambio. — Me sugirió, regalándome una sonrisa. —Tú te vas a atender la caja y yo no tengo problema en quedarme aquí.

—¿En serio? —Me giré a mirarlo, sorprendida. Estar en la caja era sinónimo de no hacer nada por un largo rato. Era una sugerencia demasiado generosa, ¿Por qué Peter no querría ese tiempo libre?

—Si. Me gusta cocinar. Por mi parte, soy todo un experto. —Guiñó el ojo.

—¿No prefieres el tiempo libre?

—Tener tanto tiempo libre lo vuelve tan rutinario que deja de ser libre. —La frase hubiera quedado muy sabia, si su cara no estuviera llena de barrita de cereal.

Iba a replicar nuevamente, pero el sonido de la campana de la entrada me distrajo.

—Huh, qué raro. Me parece que justo tienes a un cliente esperándote.

—Gracias, te debo una. —Agradecí, caminando a la caja. Aunque también me parecía extraño tener compradores a una hora tan tarde. Normalmente, las personas dejaban de llegar aproximadamente a las 6, cuando muchos salían de su trabajo y necesitaban comprar algo rápido. Después, solamente nos quedábamos a organizar todo para el día siguiente.

No sabía con qué persona podría encontrarme en la barra, esperaba que la hora no hiciera que fuera irrespetuoso, y que por lo menos nos diera una buena propina por hacernos trabajar cuando estábamos por cerrar.

Definitivamente, no me esperaba ver a un maldito príncipe de Disney esperando del otro lado de la barra, con la sonrisa más luminosamente perfecta que vi en mi vida.

Era alto, con cabello rubio rizado; no pude evitar verle un poco de parecido a James, sobre todo por sus ojos verdes, brillantes y alegres. Tampoco pude evitar compararlo con el sol, apenas se rio de algo que veía en su celular; inspiraba un aura tan acogedora y brillante, estaba segura que si lo veía mucho tiempo, iba a quedar ciega.

Queda de más recalcar que además de sus vibras luminosas, también estaba buenísimo.

Mierda Charlie, tienes novio. Contrólate

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