—¡Eres un idiota, Hunter Brooks!— Sentí exclamar a Sam, y ahí supe que efectivamente la pelea iba a seguir.
¿Por qué estamos peleando? No lo sé, solo llegamos a este punto. Siempre llegábamos a este punto.
—Sam, escucha, ya te dije, yo tengo mucho en la cabeza y...— No me dejo terminar.
—¡Parece hasta un juego! ¡Dios!— Estaba enfurecida, podía notarlo a la perfección. —Me haces falta a biología, lo que me podría meter en problemas, me traes a las gradas para solo besarme y luego ignorarme por completo cuando te digo que debemos hablar de nosotros.
Podía replicar tantas cosas ante eso, como ella había querido faltar a biología, como ella me había seguido el beso sin siquiera dudarlo.
Pero no lo hice, porque no quería empeorar las cosas.
—Sam, por favor, solo me distraje, ahora podemos hablar. Está todo bien
Y de verdad esperaba que lo estuviera, porque si no, ya no sabría qué hacer. Así funcionamos nosotros: hablábamos, peleábamos y luego uno (yo) cedía para acabar las cosas y así volver a empezar el ciclo.
No sabía si estaba bien o mal, pero por lo menos sabía como terminaba.
—¡No, no está todo bien!— Se paró de donde estaba sentada, y pude ver como empezaban a notarse las pequeñas lágrimas de frustración en sus azulados orbes. —¡Ni siquiera sabemos qué hacemos aquí! ¡Ni siquiera sabemos que somos! ¡Maldita sea, esto es tan confuso!
No solía serlo, esto no solía ser confuso.
¿Cuándo había comenzado a serlo?
—Está bien, está bien, ¿Qué quieres saber, Sam? Dime ¿De qué querías hablar?— Cedi finalmente, esperando continuar con el ciclo.
Pero tan sorpresiva como siempre, las siguientes palabras de la rubia fueron las que rompieron finalmente ese ciclo.
—Hunter ¿Tú me amas?
Y ahí quede en blanco.
¿Amar? ¿Amar a Sam? Wow, eso sonaba tan loco pero tan... Necesario a la vez.
Desde el primer momento en el que Sam Cooper chocó contra mí el primer día de clases, supe que ella no era como las demás chicas que había conocido. Desde ese momento que la vi en el castigo, con su porte de niña buena y ojos azules brillantes, supe que acababa de encontrarme a la princesa que todos los libros me habían mostrado desde el momento en el que había aprendido a leer.
Esa princesa que era diferente a las demás, que no quería un príncipe, que se encerraba en su casa todas las noches para estudiar y así por fin poder cumplir sus sueños. El arquetipo de Elizabeth Bennett.
Y esa noche en el cobertizo, cuando por fin dejamos de pelear y me expresó su curiosidad por saber quién era el chico que se esconde detrás de la fachada de ''Problemático Solitario'', supe que si ella era la princesa, entonces yo sería el príncipe. Que si ella era Elizabeth Bennett, entonces yo sería su Sr. Darcy.
Porque todo cuadraba: El inicio, las miradas, su personalidad. Todo era un cliché.
Un hermoso cliché.
Y eso se sentía tan bien, se sentía tan seguro. Hasta en el momento donde todo pareció acabado me aferre al cliché, y mis esperanzas se cumplieron al momento en el que volvió a mí en búsqueda de un nuevo beso, diciendo que yo era quien la hacía bien. Y por un largo tiempo eso era todo lo que me importaba, ver su sonrisa y sus ojos azules era lo único que a mí me hacía bien.
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Historias De Un Personaje Secundario
Teen FictionCharlie Jackson se consideraba un personaje secundario. Siempre siendo la chica que estaba ahí para todos, se conformó con observar las historias desde afuera con el simple rol de acompañante. Porque eso hacen los personajes secundarios: Apoyan a lo...