Capitulo 37: Historias de una extra

791 80 34
                                    

Imaginen esto: 1:30 de la mañana, domingo, al día siguiente tenía clase. ¿Debería estar durmiendo, no? Pues no, no estaba durmiendo; estaba acostada en mi cama, mirando al techo y hablando sobre La Sociedad De Los Poetas Muertos con mi gato.

—Entonces, por eso creo que en realidad ellos estaban enamorados, y hasta estaban juntos. —Le expliqué a Sherlock, mientras le acariciaba el lomo. —Pero bueno, eran los 80, lleno de homofobia, debían esconderlo.

Me giré para ver la opinión del animal sobre el asunto, pero solo me encontré con ojos felinos cerrados y ronroneos tranquilos.

—Es descortés dormirse en medio de una conversación, Sherlock. —Bufé, volviendo a mirar hacia arriba.

La razón por la que seguía despierta, intentando hablar de temas triviales con mi único acompañante de momento, era porque al día siguiente, debía volver a la escuela luego de un fin de semana en donde había visto lo último que me quedaba de normalidad desmoronarse.

Debía de volver a esa estúpida realidad, lejos del confort de mi cuarto, en la que el chico que me gustaba nunca había sentido lo mismo, mi mejor amiga me había dicho que era egoísta y había perdido la única chance que tenía de ir a la universidad de mis sueños. Y lo menos que quería era pensar en eso.

Y ya sé que probablemente digan ''Charlie, eso no es nada, ¿Sabes todo lo que sufren algunas personas?''Y SI, SÍ LO SÉ ¿OK?

Pero ahora estoy sola, en mi cuarto, en la noche, sin molestar a nadie. ¡Déjenme lidiar con mis problemas como yo quiera! Denme tres horas y les juro que ayudo a solucionar la pobreza.

Tomé mi almohada, llevándola a mi cara y lanzando un grito que quedó ahogado por la tela.

Estúpido Hunter, estúpida Sam, estúpida Universidad.

¿Por qué todo tenía que pasarme tan al mismo tiempo? No podía enamorarme de Hunter en enero, luego en abril perder el examen, y ya en agosto discutir con Sam. Solamente yo me meto en estas cosas, maldita sea.

Quizá por eso la declaración de hace dos segundos estaba mal. Ni Hunter, ni Sam, ni la universidad son estúpidos. Yo lo soy. Por meterme en todo esto, por salirme de personaje, por ser egoísta, etc.

Estúpida Charlie.

Ahora que ya no soy la Consejera Oficial, debería empezar a decirme la Estúpida Oficial. Me queda mejor.

Aunque, pensándolo bien, tal vez ni siquiera necesite un nuevo título. Honestamente, no tengo ni idea de lo que necesito para seguir adelante. Ya he dado el primer paso, pero, ¿ahora qué?

Saqué la almohada de mi cara, acomodándome para mirar la pared frente a mí. Aquella a la que mi madre solía decirle: ''La pared de los recuerdos''.

Llevo pegando fotos en mi cuarto desde que tengo memoria y me gusta creer que su orden cuenta una historia. En la parte superior, comienzan las fotos de mi infancia, solo con mis padres; luego siguen las de Ashton y Sam, desde que teníamos 13 años, y así sucesivamente, hasta completar toda la pared con cada momento que me parecía lo suficientemente relevante como para plasmarlo en una foto. Las de más abajo son con Peter, Leyla y Nico, las últimas incorporaciones a mi vida.

Estas fotos contaban la historia de mi vida, eran la manera en la que yo podía presentar mi punto de vista del relato que alguien más estaba contando. Las imágenes eran mi manera de recordarme que yo también formaba parte de la historia de Sam, aunque no fuera un rol importante.

Ahora ni siquiera tenía un rol, ¿Qué debía hacer con estas fotos si ahora mi punto de vista no importa?

Comencé a mirarlas con atención, intentando sentir esa bonita nostalgia que surge al recordar viejos momentos. Y funcionó; la añoranza por los tiempos pasados me sacó una pequeña sonrisa. No obstante, esta se desmoronó cuando, entre una foto con Leyla y otra con Ashton, divisé las sonrisas falsas pero divertidas de un chico y una chica en medio de un parque nevado. Allí estaba mi única foto con Hunter, que solo logró atormentar aún más mi noche.

Historias De Un Personaje SecundarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora