¿Quién me mando a ser tan solidaria?
Cuando Lilith me mandó un mensaje pidiéndome con muchos emojis de corazón que me quedara al día siguiente para ayudar a las porristas a organizar el gimnasio para el baile; mi primer pensamiento fue decirle que no y quedarme toda la tarde viendo una serie y preparándome mentalmente para el día siguiente.
Pero luego de escuchar sus explicaciones sobre como Rachel, la chica que estaba a cargo de decorar las mesas, se había intoxicado con un trozo de sushi en mal estado, me dio pena y acepté a cambio de que Ana me ayudara a arreglar mis uñas.
El problema era que ahora me había pasado casi una hora caminando por los pasillos de la escuela mientras esperaba que las porristas terminaran su última práctica y que el camión con las decoraciones llegara. Ni Patrick ni Ashton habían aceptado acompañarme, diciendo que tenían cosas más interesantes que hacer; y por un momento los envidié por su capacidad de decir que no.
Si fuera más inteligente, ahora estaría sola en mi casa, tomándome un café y acostada en mi cama.
Pero como no soy tan inteligente, ahora estoy apoyándome contra un soporte de gradas y jugando con pedazos de césped que arrancaba.
Sí, ya sé lo que piensan, ¿Charlie, estás en el lugar donde almorzabas con Ashton y Sam?
En mi defensa, no solía volver tanto a este espacio detrás de las gradas. Era incómodo estar en un sitio que me recordaba tantas cosas malas.
Pero al mismo tiempo la había pasado tan bien aquí. No podía simplemente abandonarlo por completo.
Me tranquilizaba el silencio, y como corría una brisa tranquila que se colaba entre los asientos. Y cuando la banda escolar se reunía en el campo a tocar, la música siempre sonaba bonito desde abajo.
Quizá las malas vibras se mantenían un poco, —las podía sentir en mi espalda, como si estuvieran espantándome—, pero podía sobrevivir a ellas.
Además, entre estar sola en un pasillo y sola sentada comiendo una barrita de cereal, me quedaba con la última opción.
No tenía mucho que hacer, tampoco. Ya había tenido más de la mitad de mis últimos exámenes; casi lloro de la alegría cuando entregué el de biología, y pensaba estudiar para el que me quedaba esta semana luego del baile. Después, había dos ensayos que debía entregar, pero inteligentemente los había hecho apenas me los habían mandado.
Tampoco tenía un libro que deseara terminar, había leído algunos de fantasía, había terminado una saga que me había prestado Patrick, y luego me había comprado un poemario que vi en la feria, pero no fue una decisión muy bien pensada, ya que hasta ahora solo había avanzado dos páginas.
Y la culpa la tenía el hecho de que los poemas trataban de la soledad, el dolor y la tristeza (¿Linda compra, no?). Y honestamente, no tenía muchas ganas de rememorar esos sentimientos.
A ver, no era como si estuviera todo el tiempo sola; es más, lo evitaba constantemente. Iba a la cafetería todos los días, buscaba pasar el mayor tiempo posible con mis amigos en la escuela; y el único momento en donde estaba sola era a la noche cuando mi batería social se apagaba por completo y solo quería dormir por semanas.
Pero estar sola no era lo mismo que sentirse sola. Y ese sentimiento angustioso de soledad a veces aparecía de la nada, cerrándome el pecho y apagándome por completo; podía pasar en la penumbra de mi cuarto, o en la escuela, en mi casa, o en el trabajo. Recordarlo con poemas de rimas bonitas solo me hacía caer de nuevo, y estaba intentando aprender a no hacer eso.
Cerré los ojos, dejando de comer la barrita de cereal.
Pensar en poemas me había hecho recordar a Hunter, lo cual tampoco era algo que quisiera.
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Historias De Un Personaje Secundario
Teen FictionCharlie Jackson se consideraba un personaje secundario. Siempre siendo la chica que estaba ahí para todos, se conformó con observar las historias desde afuera con el simple rol de acompañante. Porque eso hacen los personajes secundarios: Apoyan a lo...