—¡A ver, a ver! ¡Que baje la futura graduada! —Sentí a Peter gritar desde abajo, apenas pisé el primer escalón.
—¡Mirate! —Sentí la voz de mi padre, que con su sonrisa risueña se acercaba.
Fui rápidamente envuelta por sus seguros y cálidos brazos, que solo lograron que el nudo en mi garganta aumentara su tamaño.
—No puedo creer que mi princesa ya se esté graduando. —Me susurró.
Desde que tengo memoria siempre quise ser una adulta. Quería graduarme e ir a la universidad de mis sueños, estudiar la carrera de mis sueños y conseguir el trabajo de mis sueños. Para después tener una familia hermosa y vivir en un bonito departamento en alguna de las ciudades globales. Tenía todo planeado, tenía mis objetivos claros, y me esforcé toda la vida para cumplirlo todo.
Y como se darán cuenta, el primer paso en ese camino a la adultez estaba a punto de cumplirse. Iba a graduarme, aunque mi percepción del futuro sufrió ciertos cambios desde que lo imaginé por primera vez.
Bueno, en realidad no fue un cambio tan exagerado. Todavía quería estudiar licenciatura en literatura y volverme profesora; aunque a veces abrir una editorial pasaba por mi mente, todavía quería formar una familia, y Londres siempre sería mi destino ideal; aunque ahora tampoco me quejaría con un bonito apartamento cerca de Wisconsin. Pero, por sobre todo, creo que ahora sabia que mis planes perfectos, por más que lo intentara, no estaban destinados a salirme siempre a la perfección.
Cuando perdí la beca para Durham sentí que mi mundo se caía, que todo mi trabajo fue en vano y que había perdido la única oportunidad de ser feliz. Vi mi esquema de vida destrozarse en pedacitos y por un segundo me cuestioné si algo todavía valía la pena.
Ahora, me doy cuenta que aunque Durham siempre sería y siempre va a ser la universidad de mis sueños, la vida seguía y la realidad no era tan mala como me había convencido a mí misma que sería.
Fui aceptada a 15 universidades de las 28 a las que le llego mi solicitud. 7 me aceptaron solo con la carta, mientras que las otras 8 me pidieron hacer un examen de ingreso en julio. Y entre esas 15, se encontraban 3 de las mayores escuelas del país, las Ivy Leagues: Brown, Darmouth Y Columbia.
3 Ivy Leagues. 3. 3 de las universidades más grandes y difíciles a las que entrar del país. Con probabilidad de que te admitan que no sobrepasaba el 7%
Y después de un periodo de elección bastante complicado, —Mayoritariamente debido a mi poca habilidad de decisión—, en donde discutí con mis padres sobre precios, ofertas y alquileres, buscando la elección que más me conviniera en la relación calidad de programa y precio. La elegida fue esta última, la Universidad de Columbia, en Nueva York.
Con un programa de literatura de 4 estrellas y media, y un campus lujoso y con un tamaño que imaginaba que era 7 veces más grande que toda mi ciudad, Columbia formaba parte de esa cantidad de cosas que me había convencido a mí misma que jamás iba a conseguir.
Era una Ivy, formaba parte de las mayores universidades de todo el país. Veía más probable que volaran los cerdos antes de pasar por lo menos a la fase de prueba de cualquiera de esas instituciones.
Ahora puedo decir que pasé a 3.
Y aunque me requeriría muchísimo trabajo, no solo en lo académico, sino que literalmente debía encontrar como seguir ganando dinero para terminar la carrera, no podría estar más feliz de la decisión que tomé.
Quizá no era Durham y no tenía eso que me había pasado toda la vida soñando, pero era algo inmenso, era la oportunidad de mi vida y no iba a desperdiciar más de esas solo porque no entraban en mis planes.
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Historias De Un Personaje Secundario
Teen FictionCharlie Jackson se consideraba un personaje secundario. Siempre siendo la chica que estaba ahí para todos, se conformó con observar las historias desde afuera con el simple rol de acompañante. Porque eso hacen los personajes secundarios: Apoyan a lo...