I.

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Cedric Diggory había muerto, lo habían asesinado mejor dicho. Aquel que les arrebató todo lo que les era querido seguía vivo y tenía ganas de acabar lo que empezó.

-Haly, no puedes seguir yendo a Little Whinging a vigilar a Harry- le decía Oliver mientras fregaban la vajilla de la cena- hasta Dumbledore te lo ha dicho.

-Pues la verdad, no entiendo porque no puedo ir a hablar con él. Se ve desde lejos que lo está pasando mal, merece saber lo que está pasando, Oliver. Ha pasado casi 1 mes desde lo del laberinto.

-Ya lo sé, pero el profesor te he ordenado que te mantengas al margen. Tienes el examen final en 1 mes, céntrate en eso y deja al resto de la Orden que se encargue de Harry. ¿Volvemos ya a casa?

-No puedo- contestó ella dejando el último vaso en la repisa- tengo guardia esta noche. Puedes quedarte aquí si quieres, seguro que a papá no le importa algo de compañía.

Oliver y Halley vivían en un pequeño apartamento de 2 habitaciones en el centro del Londres muggle. Había pertenecido a los padres de Halley hacía tiempo y su padre se lo regaló como regalo de graduación. Al principio, Halley vivía sola y Oliver pasaba noches en el piso de vez en cuando. Poco a poco el moreno comenzó a pasar más tiempo en la casa y ella le dejó un cajón en el armario. Al cajón le siguió una balda en el baño, unas perchas para colgar las túnicas... hasta que se encontraron prácticamente viviendo juntos y con Halley enseñando a Oliver a sobrevivir en un mundo de muggles.

-¡No puedes cambiar un semáforo de rojo a verde cuando te dé la gana Oliver!- le regañó ella una vez- podías haber provocado un accidente de tráfico.

-Ya sé que los ladridos del perro del vecino te molestan, pero no puedes silenciarlo, ¡es la tercera vez que llevan al pobre animal al veterinario!

-Es igual, mañana tengo entrenamiento pronto, no quiero despertar a tu abuela- comentó el rehuyendo la mirada de ella.

-A mi abuela ya...- dijo ella con una sonrisa.

En noviembre del año pasado, Sirius había aparecido en el piso de Halley pidiendo que la resguardara unos días, antes de partir hacia Hogsmeade. Quería estar cerca de Harry. Al final unos días se habían convertido en unos meses, iba y venía a la cueva del pueblo de manera intermitente pero al final convivió con los muchachos bastante tiempo. Aun así, Oliver todavía estaba tenso en presencia de su suegro y a este le encantaba la situación y cuando Halley no se enteraba se aprovechaba. Le caía bien el muchacho pero le divertía ponerle tenso.

Ambos muchachos trabajaban duramente para progresar en sus carreras, la obsesión por el quidditch de Oliver se había rebajado considerablemente pero seguía siendo muy alta a ojos de aquellos que no le conocían. En apenas un año había logrado lo que nadie a su edad, era ya guardián titular de los Puddelmiere United. Había entrenado más que nadie en el equipo y el entrenador había sabido recompensarle, y aunque más de una vez le tuvo que recordar quien era el entrenador y quien el jugador, aunque siempre escuchaba al muchacho porque había que reconocerlo, tenía buen ojo para las tácticas.

Halley por su parte había descubierto su verdadera vocación, no se había equivocado en hacer la carrera de medimagia. Había sido un año muy duro con las clases mañana y tarde y luego les añadieron las prácticas en el hospital de San Mungo. Apenas tenía tiempo de ver a su padre, de estar con Oliver, ver a sus amigos y ahora había que añadirle el colaborar con la Orden, pero con cada sonrisa de agradecimiento de los pacientes, con cada vida salvada veía su esfuerzo recompensado.

Por lo general, elegía las guardias de noche, solían ser tranquilas y podía aprovechar a estudiar. Tenían el examen final de la carrera en menos de un mes, y dependiendo de la nota que sacaran podía elegir una especialidad u otra. Asique entre todos los alumnos había una tensión que se palpaba en el ambiente. Aunque se llevaran bien fuera del hospital, durante las prácticas se apreciaba una competitividad brutal.

Mi verdadera obsesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora