XXXVIII

228 17 0
                                    

-¿Queréis ser los padrinos?
Todos miraron a los aludidos con una gran sonrisa pintada en la boca. Ellos eran los indicados, sin duda.
Penny fue la primera en salir del trance.
-¡Ay amigos! ¿Cómo voy a decir que no?- se lanzó a la cama a abrazar a Halley llorando como una magdalena.
- ¿Jake?- pregunto cautelarmente Oliver.
- ¡Voy a ser el mejor padrino del mundo! Y gracias a mi vuestros hijos serán la mayor pesadilla de McGonagall- gritó haciendo una risa cual villano de película Disney.
-Creo que deberíais elegir a otro padrino- bromeó Sam
- Ni hablar Samy, el trato ya está hecho. Déjame a mi ahijada un rato Olie.
En ese momento la pequeña Emma fue pasando de brazo en brazo siendo admirada por todos. Cuando la pequeña se quedó dormida en brazos de Matt, todos acordaron que debían dejar descansar a la recién estrenada familia. Habían sido días muy largos para todos. Después de convencer a la pequeña Marie de que no se podía llevar a su prima a la cama con ella, fueron todos a descansar a sus respectivas camas.
Halley y Oliver se quedaron en silencio observando a los bebes dormir hasta que el agotamiento pudo con Halley y cayó rendida también.
En ese momento, Oliver decidió escribir una carta donde contaba con todo lujo de detalles lo ocurrido aquella noche. Tomó una foto de cada bebé e hizo tres copias de la carta: una para sus padres, otra para los Weasley (a los que consideraban como sus segundos padres) y la última para Angelina. En ellas decía que en cuanto Halley y el pequeño Axel se pusieran bien irían a visitarlos.
Halley se pasaba día y noche observando a los niños, asegurándose de que estuvieran bien. No lo podía evitar, por un lado su vena de médico no le permitía dejar descuidado a un paciente, y por el otro su parte de madre primeriza hacia que estuviera preocupada por todo en todo momento.
Oliver que en ese momento estaba durmiendo se despertó sobresaltado por una pesadilla. Se giró en la cama y su mano palpó el lugar donde se suponía que Halley dormía y se encontró con una sábana fría.
Se incorporó en la cama y vio que Halley dormía apoyada en la cuna de sus hijos.
-Haly- la despertó suavemente- ven a la cama, princesa.
- No puedo, no puedo dormir- Oliver la observó estaba pálida y con ojeras. Realmente hacía tiempo que no descansaba en condiciones.
-¿Por qué no?
- No puedo evitar pensar que les va a pasar algo malo en cuanto me duerma.
- ¿Que iba a pasarles? Aquí están bien protegidos.
- No se Oliver, no fui capaz de cuidarles bien. Han nacido antes de tiempo por mi culpa.
-Escúchame bien Halley- respondió el muchacho serio tomándola de las manos- tú no tienes la culpa de lo que pasó. Quiero que saques esa idea de tu mente de una vez por todas. ¿De acuerdo? No les va a pasar nada, no voy a permitir que os pase nada a ninguno de los tres ¿has entendido? Además, esta casa está llena de gente que nos ayuda y nos protege. Vuelve a la cama, necesitas descansar bien. ¿De acuerdo?
Halley asintió, sabía que Oliver tenía razón pero no podía evitar ciertos pensamientos.

Y así pasaron los días, los recién estrenados padres enseguida supieron que sus hijos serían unos consentidos. Tanto por su lado, que no podían evitar que se les cayera la baba, como por el resto de personas que vivían en la casa. Cada vez que un niño lloraba siempre había alguien dispuesto a tomarle en brazos. Hasta había voluntarios para cambiar pañales, aunque para eso se escaqueaban más...

Habían pasado dos semanas cuando Alicia les dio permiso para salir de casa y hacer las presentaciones oficiales.
Primero fueron donde Angelina, la que estaba más cerca de ellos. Su amiga les recibió con lágrimas en los ojos. No le gustaban mucho los niños, pero en cuanto vio a sus amigos radiantes de alegría no pudo evitar contagiarse de ella.
Si Angelina les había recibido con alegría, no había palabras para describir como estaban los Weasley.

Molly Weasley reaccionó como si de sus propios nietos se trataran, y es que realmente consideraba a Halley como otra hija más. Con lágrimas en los ojos salió al encuentro de la joven pareja en cuanto les vio aparecer desde la ventana de la cocina.

-Pero mirad que cosas tan bonitas- decía una y otra vez.

Tanto Molly como Arthur tomaron a los bebés en brazos y estuvieron acunándolos durante horas. Fred y George se mostraron falsamente indignados por la elección de nombres y de padrinos y así lo hicieron saber.
- Me parece muy mal, Halley. Ya que no nos nombras padrinos por lo menos podrías haberles puesto nuestros nombres- propuso Fred.
-¿Cómo van a ponerles vuestro nombre? Si es una niña- saltó Arthur.
- Pues Frederick y Georgina por ejemplo. O Frederica y George, hubiera sido un detalle.
- Nadie en su sano juicio llamaría a su hija Frederica, George- discutió Molly.
-¿Y Gred y Feorgina? Todavía estáis a tiempo de cambiarles el nombre.
-Ni hablar, si no se pueden llamar quaffle ni bludger tampoco se llamaran Gred y Feorgina, ni ninguna otra opción que se os ocurra- gruño Oliver.
Pasaron el resto de la tarde entre charlas banales y bromas mientras dejaban que los Weasley mimaran aún más si era posible a sus hijos.
Al día siguiente decidieron ir a visitar a los padres de Oliver. A Halley no le gustaba demasiado ir de visita a aquella casa ya que no le gustaba ver como su suegro hacía de menos todos los logros que conseguía Oliver en el quidditch. Parecía que nunca le era suficiente.
Los padres de Oliver se habían ido a vivir a Francia poco antes de la muerte de Dumbledore. Habían participado en la guerra anterior. Apoyaban a Harry y querían ver a Voldemort muerto, sin embargo ambos padres perdieron a prácticamente toda la familia en la anterior guerra y casi mueren ellos también, y esta vez decidieron no participar activamente.
Ni Halley ni Oliver les culpaban de ello, es más, en el fondo lo agradecían. Ya que si estallaba la guerra ellos cuidarían de sus hijos en Francia.
Aquel día, Halley y Oliver se desaparecieron de Inglaterra para aparecerse en Francia y presentarles a Axel y a Emma a los abuelos. Ambos estaban encantados de ser abuelos otra vez y les recibieron con los brazos abiertos.
- Enhorabuena hijo, por fin haces algo de lo que estar orgulloso- dijo el padre de Oliver con Emma en brazos.
- Tener un hijo es solo una opción, lo estás diciendo como si fuera una obligación. Además, creo que Oliver tiene muchos motivos por los que estar orgulloso. Al margen de haber sido padre- explotó Halley- ha sido el guardián más joven en jugar en la primera liga del Reino Unido y el jugador más joven en ser titular de la selección de Inglaterra. Además, ha participado activamente con la Orden poniendo en peligro su vida en varias ocasiones para intentar acabar con quien vosotros sabéis.
El silencio se extendió por toda la sala, jamás nadie le había contestado de aquella manera al señor Wood. El padre de Oliver era un tipo serio poco dado a hacer bromas, era estricto con las normas y todo debía hacerse como él decía sin rechistar. Su mujer y su hijo le observaron sin saber qué decir mientras el observaba a Halley. El ambiente era tenso hasta que el señor Wood se echó a reír.
-Los tienes bien puestos jovencita lo admito. Nadie en esta casa se ha atrevido a contestarme jamás. Has elegido bien, Oliver, muy bien- comento su padre con una gran sonrisa que se contagió rápidamente al resto de los presentes.

Listo por hoy, nos vamos acercando poco a poco al final.... para los que queréis saber en qué casa estarán Axel y Emma, no lo había pensado la verdad. Pero le daré una vuelta aunque no prometo nada, a ver como me cuadra con lo que tengo pensado.
Intentaré publicar el siguiente capítulo el domingo que viene, tengo mucho curro estas fechas pero intentaré sacar tiempo 😘😘
Un abrazo
Andrea

Mi verdadera obsesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora