XIX

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Aquel año podríamos decir que fue el año de los descubrimientos. Fue el último año "normal" antes de que la guerra se desatase por completo.

Halley tenía una sensación muy extraña que le comía por dentro. Descubrió que por muy mal que se estuvieran poniendo las cosas, le encantaba su vida tal y como estaba en ese momento. La relación con Oliver era perfecta, por fin podía pasar tiempo de calidad con su padre y tenía el mejor trabajo del mundo. Tenía todo lo que siempre había deseado, una época dominada por el miedo y la incertidumbre estaba siendo la mejor época de su vida y aquello le daba remordimientos. No debería ser tan feliz cuando había gente que desaparecía y moría.

Oliver descubrió lo que se sentía al tenerlo todo y aun así querer más. Tenía el puesto de titular en el equipo y además le habían fichado como guardián suplente en la selección de Inglaterra. Aquello, hacia unos años le habría parecido un sueño cumplido, pero ahora quería más en su vida, no todo era el quidditch para él. Si hace unos años le hubieran dicho que pensaría así, la carcajada se habría oído hasta en Japón. Ahora su prioridad absoluta era la de proteger y hacer feliz a cierta personita que le robo el corazón hacía ya mucho. Era muy feliz en aquel pequeño piso en el centro de Londres con Halley, sin embargo supo que era el momento de dar un paso más. Por un momento pensó en seguir los pasos de Bill y proponerle a Halley que se unieran para siempre en matrimonio, pero reflexionándolo se dio cuenta de que poner un anillo en el dedo de Halley no iba a hacer que sintiera por ella más de lo que ya lo hacía, ya la sentía como "su mujer" y un anillo no iba a cambiar nada. Un día, recordó lo que la morena le confesó en aquella primera cita en Hogsmeade, cuando él le descubrió aquel claro al borde del desfiladero. Halley comentó que le encantaría vivir en una casa en medio de la naturaleza donde reinara la paz y la tranquilidad. Mientras rumiaba aquella idea, la imagen de Halley jugando con un pequeño moreno en el jardín de atrás de su casa le invadió sus pensamientos. Y en aquel momento supo que buscaría la casa perfecta para que ese pequeño existiera en la realidad.

Penny tenía más trabajo que nunca, intentando que los muggles no se dieran cuenta de que la magia existía. Pero entre jornada laboral y jornada laboral descubrió lo que era gustar a los hombres y lo que se sentía al ser conquistada. Con Percy eso nunca llegó a suceder realmente, los dos eran prefectos y pasaban muchas horas juntos, simplemente ocurrió. Nadie conquistó a nadie, ahora sin embargo todo era distinto, tanto Nate como Matt la rondaban y la hacían sentirse deseada, guapa y sexy. ¿Y, sinceramente, a quien no le gusta eso? La rubia no se decidía entre cuál de los dos le gustaba más, todavía no había tenido una cita con ninguno de ellos. Matt era más tímido y reservado pero tenía unos detalles muy tiernos con Penny, se escribían todas las semanas vía lechuza. Pero Matt tenía la ventaja de que estaba en la red de libretas intercomunicadoras, y había echado mano de ella para hablar con Penny siempre que podía, se preocupaba mucho por ella. Nate sin embargo iba modo huracán, siempre arrasaba por donde iba. Estaba acostumbrado a que las chicas cayeran a sus pies y el que Penny no lo hubiera hecho le mosqueaba. Ambos chicos sabían perfectamente que competían entre ellos y para que engañarnos el juego de la seducción les encantaba a ambos.

Jake estaba desolado, era el que más trabajo tenia sin lugar a dudas y eso lo tenía agotado. Hacia turnos interminables y después de cada uno de ellos tenía que pasar por el hospital a que le curaran las heridas. Además, hacia muchos meses que no veía a su vecina, Sam, y eso lo consumía por dentro. Veía a su prima jugar por primera vez al juego de la seducción y tenía que admitir que a él le encantaba aquel juego. No por nada lo llevaba practicando desde hacía años. Sin embargo, llamadlo hacerse mayor o cansarse de ser un mujeriego, pero en esos momentos les tenía más envidia a Halley y a Oliver. Aquello fue lo que descubrió el joven auror, observando a sus mejores amigos se dio cuenta de que él quería una historia como la de ellos. Quería tener a su mejor amiga, al amor de su vida y su amante, tenía ganas de asentar su vida y madurar. Se había descubierto en innumerables ocasiones observando a Sam en la terraza contigua, tendiendo la ropa o leyendo un libro. Escuchándola tararear alguna canción. Y también la había oído alguna que otra noche con hombres. Suponía que no tenía novio porque si no lo normal hubiera sido escucharles muchas más veces y no en contadas ocasiones en cuatro meses. Las tenía contadas porque había sentido una ira irrefrenable de tirar la puerta abajo y matar a aquel canalla.

Mi verdadera obsesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora