8

2.4K 286 203
                                    

En estas dos últimas semanas, habíamos salido invictas de cada partido que habíamos jugado. Algunos con mayor facilidad y otros costándonos sangre, sudor y lágrimas, pero lo importante era que los habíamos conseguido sacar con puntos de nuestro lado.

El primero de todos contra el Dynamo Kursk fue un partido super ajustado, estábamos bastante cansadas del viaje y eso se notó en la pista, pero finalmente y con un poco de suerte a nuestro favor, ganamos el partido. Esta victoria había sido muy importante porque nos había colocado bastante bien en la tabla de clasificación. El otro partido de Euroliga nos ayudó a mantenernos ahí. Jugamos en casa contra el Bourges, fue un partido muy duro físicamente, pero todas estas victorias nos estaban ayudando mucho a formarnos como equipo por el esfuerzo común que todas estábamos realizando. Cada vez había un mayor sentimiento de equipo, una complicidad más grande gracias a habernos conocido mejor fuera de la pista y esto se traducía indudablemente en un mejor juego también dentro de ella.

Los partidos de liga habían sido bastante más asequibles, habíamos jugado en casa contra el Al-Qázeres al que ganamos con una diferencia de más de veinte puntos y el último partido antes de la concentración fue contra el Araski en Vitoria.

En este último, también salimos victoriosas y nos dieron unos días libres antes de tener que encontrarnos todas las convocadas en Madrid. Yo aproveché para irme allí directamente y así poder disfrutar de estos días de descanso con mi familia y amigos.

No había hecho gran cosa, mi padre hizo una comida familiar todos juntos uno de los días. Otro día me llevé a la enana al cine ya que había una película que quería ver y pasamos la tarde por el centro comercial. También quedé con algunos amigos del barrio y otros del insti a tomar algo, pero, sobre todo, vagueé lo más grande. Me apetecía literalmente estar tumbada sin hacer nada y es precisamente lo que hice.

Sin embargo, todo lo bueno llega a su fin y ya estaba en la puerta del hotel con la maleta esperando a Lourdes que me había dicho que le quedaban dos minutos para llegar. Me apetecía y tenía ganas de volver a jugar con la selección, solo había estado en una convocatoria, pero la situación ahora era bastante diferente y creía que me había ganado mi puesto con creces gracias a mi trabajo de la última temporada.

— Hola, amor, ¿qué tal? — me saludó Lourdes dejando un beso en mi mejilla.

— Bien, aquí esperándote para ver que habitación nos toca.

— He pedido una romántica con vistas al mar — dijo Lourdes de broma y las dos reímos.

— Sabes que la compartes conmigo ¿no? Soy Luisita Gómez, no María Gómez.

— Ay qué tonta eres — me dijo con molestia y yo le saqué la lengua.

— Venga, ¿entramos o qué?

— Espera que vienen por ahí Laura y Amelia vamos a saludar.

De repente, me puse un poco nerviosa. Las dos llevaban años siendo imprescindibles en la selección y mi último encuentro con Laura había sido un poco tenso. No sabía muy bien cómo actuar. Las dos llegaron a nuestra posición y Laura fue directa a saludar a Lourdes con dos besos mientras que Amelia se acercaba a mí con una sonrisa en sus labios.

— ¿Qué tal, Luisita? — me preguntó dejando dos besos en mis mejillas también.

— Muy bien ¿y tú? ¿Un viaje largo?

— Bien, hemos venido en avión así que no ha estado tan mal.

Vi como Laura también se acercaba a darme dos besos y lo tomé como una buena señal. Al final aquí todas trabajábamos por un objetivo común y un buen ambiente facilitaría mucho las cosas.

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora