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—Luisita, ¿qué estás diciendo?

—Que te tienes que ir.

—No me voy a ir ¿qué pasa?

—No pasa nada, Amelia. Esto se tiene que acabar —dije en un hilo de voz.

—Esto no se va a acabar así que dime la verdad de una vez.

—No puedo ponerte en riesgo más, creía que podía con esto, pero no puedo dejar que te haga nada a ti.

—¿Te ha amenazado conmigo? — me preguntó y yo asentí enseñándole mi móvil.

—Mira, Luisita, obviamente me preocupa esto, pero que sepas que tú y yo no lo vamos a dejar por un loco que nos amenace. Hay otras opciones.

—¿Cómo cuál? —dije ya sin poder contener las lágrimas.

—Pues me puedo ir y le podemos hacer creer que me has dejado. Obviamente le vas a enseñar eso a la policía y quiero pensar que estamos más cerca de atraparlo. ¿Te parece bien?

—Sí, es que te juro que estoy ya cansada. Trato de hacer como que no pasa nada, pero no sabes la tensión que es vivir con esto todo el día.

— Ya lo sé, cariño, pero vamos a poder con ello, ¿si?. Hay que pasarle los mensajes a Naiara, si me ha sacado fotos entrando en el portal es porque o vive por aquí o tiene muy vigilada esta zona, seguro que les puede dar alguna pista.

— Eso espero — respondí un poco apagada — El otro día también me mandó un mensaje con el que o bien se delató un poco o quiere jugar con que es de aquí. No sé, pero, Amelia, me da miedo que salgas de aquí y te pueda hacer algo.

— No lo va a hacer — contestó ella tajante — Si hace falta me cojo un taxi desde aquí que me lleve al hotel y le digo a Ona que me esté esperando en la puerta, pero no va a poder con nosotras, ¿vale? Esto nos tiene que servir para ser más fuertes — se acercó aún más a mí y comenzó a acariciar mi mejilla con dulzura, transmitiéndome la calma que necesitaba justo en ese instante — No me pienso separar de tu lado y menos ahora.

— Te quiero mucho — solté, conectando mis ojos, ya brillantes con los suyos.

— Y yo a ti, cariño — me besó dulcemente y nuestros besos nos fueron guiando hasta la cama.

No había segundas intenciones en aquello, simplemente estar un rato tumbadas en mi cama, tranquilas, compartiendo besos y caricias, dejándonos cuidar y permitiendo que Amelia espantara un poco aquellos miedos que cada vez invadían más mi cuerpo.

Tras un par de horas en aquella posición, el móvil de Amelia sonó con un mensaje de Ona. Tenía que irse y, aunque me daba mucha pena y no quería separarme de ella, no en ese instante en el que tanto la necesitaba conmigo. La acompañé hasta el portal y no pude resistirme a mirar a un lado y a otro en lo que venía el taxi a por la morena. Revisé mi móvil antes de despedirme de ella y comprobé que me acababa de llegar justo un nuevo mensaje en el que se podía ver una foto de las dos apoyadas contra la pared del edificio y abrazadas.

“Parece que ni con amenazas te sirve, no sé cómo te lo voy a tener que decir”
Quise casi echarme a llorar al leerlo y justo vi cómo las luces del vehículo que venía a recoger a Amelia aparecían y paraban allí enfrente.

— Llama a Ona, por favor, que vaya a la entrada. Yo voy a llamar a Lourdes por si acaso hasta que llegue a mi piso. Avísame en todo momento.

— Lo haré, intenta estar tranquila y a partir de mañana vamos a intentar hacer como si lo nuestro ya no existe.

— Vale — asentí conteniendo mis ganas de volver a abrazarla.

El taxista arrancó, justo cuando mi amiga cogía teléfono y me acompañaba aquellos escasos minutos en los que regresaba a mi piso e incluso me esperaba en la puerta, decidiendo dormir conmigo aquella noche para estar más tranquila. Aproveché para llamar a Naiara, la inspectora que estaba a cargo de todo, y que me había escrito ya al ver los mensajes que le había pasado y me intentó calmar, diciéndome que aquello les dejaba un poco más cerca del objetivo.

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora