Luisita me había sorprendido con aquel detallazo y yo no sabía cómo podría pagarle todo lo que estaba haciendo por mí en el viaje. Estábamos en una autocaravana recorriendo las autopistas estadounidenses como el sueño de mucha gente.
Los rayos de sol le daban de lado mientras conducía, con sus gafas de sol redondas puestas y su pelo recogido con un moño y yo sentía que no podía morir más de amor por ella. Teníamos un viaje de unas seis horas hasta nuestro destino, desconocido para mí, por lo que decidimos poner algo de música para hacer más ameno el viaje y conseguir que todos los vehículos que pasaban a nuestro alrededor se quedaran mirándonos porque no podíamos dejar de darlo todo con la playlist, bailar desde nuestros asientos y reírnos con las tonterías que estábamos haciendo.
— Sube esta, porfa — me pidió Luisita nada más escuchar el principio de la canción — Atrévete-te-te, salte del closet — comenzó a cantar a pleno pulmón — Me flipa.
Yo la seguí, mientras veía cómo movía sus manos, sin apartar su vista de la carretera y la cantamos a pleno pulmón sin importarnos nada más.
— Es un temazo — comentó una vez pasamos a la siguiente canción, un poco más calmada.
— Totalmente — confirmé.
Continuamos cantando, hasta que Luisita decidió parar a mitad de camino para descansar un poco y así poder desayunar tranquilamente aprovechando un área de servicio que tenía mesitas fuera y que daba bastante el sol. Entré yo, mientras la rubia se quedaba cogiendo alguna cosa de la caravana y pedí el desayuno para ambas.
— Aquí tiene, un desayuno especial para la chica más guapa que hay — le dije dejando la bandeja justo enfrente de ella.
— Gracias, amor — respondió ella dejándome un corto beso en mis labios.
—¿Estás cansada? Si quieres ahora después conduzco yo — le ofrecí.
—No, estoy bien, que lo que quieres es sacarme el destino, cabrona — me dijo entre risas — luego después de que visitemos esto, te toca a ti.
—Está bien — dije resignada metiéndome un trozo de tortita en la boca — uhmmm, qué buenas están, pero vamos a tener que hacer algo de ejercicio porque si no, la vuelta luego va a ser dura.
—Bueno aún tenemos que estrenar la caravana ¿no? — me propuso con tono sugerente.
—Me refería a otro tipo de ejercicio, pero tú siempre piensas mejor — le dije acariciando su mano suavemente por encima de la mesa.
Nos comimos el desayuno sin parar de mirarnos y notaba como la tensión iba creciendo entre nosotras. Quería jugar con Luisita y empecé a subir mi pie por el interior de su muslo ante la mirada sorprendida de ella que pronto cambió a una sonrisa de lado. Nuestras miradas se decían todo y yo no quería parar con el juego que había empezado, me desabroché un botón más de la camisa que llevaba puesta y deslicé mi mano desde mi cuello muy lentamente hasta la nueva piel que había quedado visible.
—Eres una cabrona — me dijo Luisita sin poder apartar sus ojos de mí.
—Te encanta — le contesté inclinándome un poco más hacia delante y vi como pasaba su lengua lentamente por sus labios.
—Voy a pagar — contestó levantándose rápidamente y dirigiéndose a la barra. Yo me levanté y me acerqué a ella por detrás abrazándola y dejando un beso en su cuello que le erizó la piel. La camarera nos miraba con cara un poco de asco, pero me daba exactamente igual.
Luisita, que parecía que también se había dado cuenta también, se giró y me empezó a besar con ganas delante de ella.
— Thank you — le contestó recogiendo el cambio y tomando mi mano para apresurarnos a la caravana — ufff, no sé si llego a entrar dentro — me dijo empujándome contra el lateral del vehículo y lanzándose a mi boca, sus manos tocaron mis pechos.
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Un sueño compartido
Fiksi PenggemarLuisita juega en el Perfumerías Avenida y Amelia en el Uni Girona. Más allá del baloncesto, creen que no tienen nada en común, pero, a veces, no todo es como parece. Fic escrito junto con @Improv_ISA