En estos días, el momento de la ducha se había convertido en mi refugio. Era el lugar en el que desahogarme y dejar todos los fantasmas que me perseguían desde que el otro día, cuando nos quedamos encerradas en el ascensor, traspasé una barrera con Luisita que no debería haber cruzado.
Parecía que desaparecían por el desagüe junto al agua mi malestar, mis remordimientos, mis deseos, mis dudas, mi incertidumbre, pero la realidad era que, por ahora, siempre volvían a acecharme. Sin embargo, era el único momento en el que podía sentirme un poco en paz, aunque fuera de manera tan efímera.
Por un lado, estaba Luisita. No podía lograr sacarla de mi mente, ni a ella, ni a ese momento que habíamos vivido juntas. Era incapaz de no pensar en qué sentiría ella, en qué me llevó a mí a dar ese primer paso, en todo lo que sentí yo, en qué hubiera pasado si ella no lo hubiera parado, pero sobre todo, lo que más me atormentaba era que muy en el fondo sabía que no me arrepentía y eso me hacía sentirme fatal. Me sentía muy culpable por lo que había hecho y también, porque a pesar de todo, no quería alejarme de ella, aunque quizás fuera lo más sensato dadas las circunstancias.
Por otro lado, estaba Laura. Sentía que la había defraudado, a ella y a nuestra relación. Cada vez que la veía era incapaz de no pensar en lo que había hecho. A veces tenía impulsos de contárselo, pero después de que ella misma me preguntará por Luisita y yo le negara todo, ¿cómo le iba a contar esto? Estaba aterrada, tenía miedo de perderla por una tontería, ¿pero había sido una tontería? Solo sabía que estábamos las dos luchando por lo nuestro y no estaba segura de que ella me perdonara algo así, ¿se lo perdonaría yo? Era complicado, desde luego.
Sali de la ducha y miré el reloj. Vi que había pasado más tiempo ahí dentro del previsto y se me hacía un poco tarde para llegar a mi cita con Ona. Ayer entre unas cosas y otras, no había tenido oportunidad para hablar con ella a solas.
Terminé de arreglarme y acudí a nuestro bar habitual caminando. En cuanto crucé la esquina, pude ver que ella ya estaba sentada con el móvil esperándome en una mesa de la terraza.
—Bon día, amor — me saludó alzando la vista.
—Bon día, ¿cómo estás?
—Aún un poco cansada del viaje de ayer, pero bueno con este café y este solecito, todo mejora. ¿Tú cómo estás?
—Uff —exclamé y ya se me estaban agolpando las lágrimas en la garganta y eso que no había dicho ni una sola palabra aún.
—¿Qué pasa, Amelia? — me preguntó preocupada apretando mi antebrazo cariñosamente.
—La he liado, Ona. La he liado mucho.
—¿Qué has hecho?
—Es que me da miedo hasta decirlo en voz alta.
—Tranquila, sabes que yo no te voy a juzgar.
—Lo sé — dije tratando de respirar hondo para tranquilarme un poco antes de seguir hablando — ¿te acuerdas cuando el otro día se fue la luz en el hotel?
—Sí, que a mí aún me pillo en el restaurante, pero tú habías ido para hablar con Luisita… — me dijo tratando de recordar.
—Sí, pues nos pilló en el ascensor.
—¿No me digas que…?
—La besé. La besé yo.
—¿Y ella?
—Pues me siguió y acabé a horcajadas encima de ella.
—¿Follasteis en el ascensor?
—No, Luisita acabó parándolo todo, pero Ona, yo no sé si hubiera sido capaz de hacerlo…

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Un sueño compartido
FanfictionLuisita juega en el Perfumerías Avenida y Amelia en el Uni Girona. Más allá del baloncesto, creen que no tienen nada en común, pero, a veces, no todo es como parece. Fic escrito junto con @Improv_ISA