— Te… — dudé en si decir esas dos palabras que tenía atragantadas y que en cierto modo me moría por sacar de mi interior, pero también me asustaba — ¿Te parece que volvamos ya? Que al final se nos va a hacer tarde…
Era una cobarde, pero tenía miedo de asustar a Amelia con mi intensidad. Ella me miró fijamente como tratando de leer algo en mi interior y me sentía ahí expuesta, pero no me dijo nada.
—Claro, me muero por ver el outfit que has elegido al final.
—Pues vamos — le dije poniéndome en pie y ofreciéndole mi mano para ayudarla a levantarse.
En pocos minutos estábamos de vuelta en nuestra habitación del hotel. Amelia se metió a la ducha y yo decidí acompañarla. Sé que no teníamos mucho tiempo, pero por eso precisamente quería aprovechar cada segundo con ella. Tiempo no ahorramos y agua tengo mis dudas al respecto, pero disfrutamos una vez más de esa explosión que surgía del contacto de nuestros cuerpos. Nos arreglamos y estuvimos listas con el tiempo suficiente para llegar andando al restaurante que habíamos reservado.
—Qué guapa — susurré sin poder apartar los ojos de lo bien que le quedaban aquellos vaqueros y lo bonita que era la camisa que finalmente había elegido Amelia para la ocasión.
—Pues anda que tú — susurró sin dejar de mirar.
—Pero si voy super normalita.
—Vas como eres y me encantas — me robó un beso y fue a la cama donde había dejado algunas de sus cosas, para recogerlas antes de salir por la puerta.
Salimos del hotel enseguida y fuimos paseando de nuevo cerca del mar mientras hablábamos de nuestras cosas. En un momento, sentí cómo los dedos de Amelia se deslizaban por mi antebrazo de forma sutil, hasta que llegaban a mi mano y nuestros meñiques se entrelazaron en un primer lugar, para terminar encajando perfectamente. La morena me miró y en sus ojos entendí muchas cosas, como si de alguna manera me estuviera queriendo decir algo.
Le sonreí con ternura y me quedé unos segundos observando lo bien que quedaban nuestras manos juntas. Y es que lo que para algunos podía parecer una tontería, para mí era un mundo. Porque mostrar tu amor libremente siendo dos mujeres era algo que, de alguna manera, te hacía exponerte, porque, por muy avanzados que estuviésemos en algunas cosas, en otras parecía que la sociedad no avanzaba y que todavía teníamos que andar con mil ojos por quién pudiera estar mirándote justo en aquel momento.
Enseguida llegamos al restaurante y, nada más verlo, supe que había sido una muy buena elección. Un camarero nos llevó hasta una pequeña mesita adornada con un par de velas y al lado de la ventana, desde donde se podía intuir el mar y las luces de los barcos que estaban atracados en el puerto, para deleite de Amelia. Nos entregó un par de cartas y nos recomendó un vino para acompañar la comida.
Pedimos para compartir y así también poder probar varias cosas de la carta y enseguida empezaron a traernos las primeras tapas. Amelia sirvió ambas copas y decidimos brindar por más momentos como aquel.
La conversación fluía de manera natural, hablábamos de todo un poco y nos permitíamos irnos conociendo aún más, descubrir esa parte de la otra que todavía permanecía un poco oculta.
Amelia fue tan cabezota de querer pagar ella, por lo que terminamos declinando el postre y decidí que era el momento de seguir aquello que se había convertido casi en un ritual para nosotras y de invitarla a un helado mientras nos sentábamos en unos bancos de piedra que había justo enfrente del mar y así disfrutar también del sonido de las olas rompiendo en la orilla.
—Stracciatella, ¿no? —le pregunté yendo a pedir.
—Qué bien me conoces ya.
—Me intereso por lo que me importa — respondí imitando las palabras que ella había pronunciado de forma parecida aquella tarde.
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Un sueño compartido
أدب الهواةLuisita juega en el Perfumerías Avenida y Amelia en el Uni Girona. Más allá del baloncesto, creen que no tienen nada en común, pero, a veces, no todo es como parece. Fic escrito junto con @Improv_ISA