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— Sí — respondí — También viene mañana, ¿tienes algún problema con ello? — pregunté, levantando el
rostro para poder mirarla mejor.

— No, ninguno — respondió enseguida — Supongo que además de tu ex fue una persona muy
importante para ti aquí y te hará ilusión verla también.

— La verdad es que sí y bueno, pregunté por el grupo para verlas a todas e incluso se ha ofrecido a
llevarnos a la playa si nos apetece un día.

— Ya sabes que no puedo decir que no a un plan en el que esté el mar presente — contestó mientras
seguía mirando la foto — Tengo que reconocer que tienes muy buen gusto.

— Ah, ¿si? — le pregunté haciéndome la interesante.

— Sí, es muy guapa. Bueno, creo que todas las de la foto lo sois, madre mía, seguro que triunfábais en la
universidad.

— Que va, además íbamos muy a nuestro rollo, aunque sí que nos llevábamos bien con otros grupos y
también hacía muchos planes con las de mi equipo, lo normal con todo lo que teníamos que viajar.

— ¿Y viven aquí?

— Eva sí, de hecho trabaja para el FBI. Es criminóloga al igual que yo, pero ella ha triunfado más en ese aspecto.

— ¿Me estás tomando el pelo? — me preguntó como si no se creyera aquello que le acababa de contar.

— Sí — respondí entre risas al ver su reacción.

— Estoy flipando — comentó — ¿Y tú también querías trabajar para el FBI?

— Hubiese estado interesante, pero es muy difícil entrar ahí. Eva ha tenido que hacer muchas cosas para conseguirlo.

— Lo siento, pero te estoy imaginando con el uniforme, a lo serie americana y me estás poniendo muchísimo. Tú ahí investigando crímenes.

— Pero me quedé en jugadora de baloncesto, mucho menos arriesgado, ya lo siento, amor.

— Una pena, pero bueno, siempre podré decir que mi novia es criminóloga, que tiene su morbo y
formada en Estados Unidos.

— Y que hizo alguna que otra práctica con ellos.

— Madre mía, estoy flipando con esta versión tuya, que oculto te lo tenías todo.

— Qué tonta eres — respondí besándola — si quieres me puedo comprar un uniforme…

— Sí quiero.

—Está bien saberlo, ya sabes que yo estoy aquí para cumplir tus fantasias — le dije guiñandole un ojo y la
vi tragar despacio.

No tardamos mucho en caer rendidas en esa cama y no por lo que a mí me hubiera gustado sino fruto del
puro agotamiento que llevábamos acumulado y del largo viaje de hoy para llegar hasta aquí.

Sentí pequeños besos por mi cara y no sabía si estaba soñando o era la realidad. Me costaba abrir los
párpados, había dormido del tirón, pero una sensación bastante familiar me estaba diciendo que esto no
era un sueño. Las cosquillas que producían los rizos de Amelia por mi cuello hicieron que finalmente los
abriera para encontrarme con esa imagen con la que quería despertarme cada día de mi vida.

—Buenos días, dormilona.

—Mhhh —emití sin ser capaz aún de decir una palabra.

—¿Estás dormidita aún? — me preguntó con un tono de voz adorable y yo solo asentí.

Ella empezó a dejarme unos cuantos besos por el cuello no tan inocentes como los que estaba dejando
antes en mi cara.

—Yo sé cómo despertarte — me susurró al oído mientras empezaba a bajar muy lentamente por todo mi
torso y yo seguía sin poder abrir mis ojos. Solo disfrutaba de todas esas sensaciones que me estaba
provocando. No sé cómo pasó, porque apenas me había dado cuenta, pero Amelia me había quitado las
bragas y me estaba devorando sin ningún tipo de aviso previo.

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora