63

2.1K 278 30
                                    

—Miguel

—Tu entrenador — dijimos prácticamente a la vez.

—¿Qué? — dijo sorprendida — No puede ser...

—Es que hoy he notado unas miradas rarísimas y yo sé que somos equipos contrarios, pero tú sabes que yo siempre he sido de intuiciones y he notado algo raro, pero ¿por qué lo has pensado tú?

— Mira el mensaje que me ha mandado — me contestó volteando el móvil para que yo lo viera.

"Gómez has hecho un partido espectacular. Eso es lo que hace que te ame. Hoy te has portado, tendrás tu recompensa"

—No sé, simplemente al leer Gómez me ha salido su voz y sé que en el mundillo mucha gente nos llama por el apellido, pero no sé...

—¿Has visto algo más sospechoso?

—La verdad es que ahora mismo que piense, no, pero tengo que darle una vuelta a esto. ¿Tú crees que podría ser él?

—No sé, cariño, solo he tenido una mala vibra.

—Me cuesta mucho creer que pueda ser él ¿no?

— Ya, pero no sé, la sospecha está ahí y yo ahora mismo no me fío ni de mi sombra, qué quieres que te diga.

— Ya, tienes razón — respondió sintiéndose un poco rara ante toda esta situación.

De repente, mi móvil vibró, lo miré y vi que Ona me estaba avisando de que o aparecía por allí o terminarían yéndose a Girona sin mí.

— Vamos hablando, ¿si?. No hagas ninguna locura, por favor, tenemos que pensar bien, ahora más que nunca — dije, cogiendo su rostro con mis manos y mirándola con cariño.

— Te lo prometo — y yo asentí confiada — No quiero que te vayas — soltó abrazandose a mi cintura — Joder, qué dificil es todo esto.

— Lo sé, pero podemos con ello. Eres muy fuerte, cariño y estamos a punto de terminar con toda esta pesadilla. Te quiero mucho — dije antes de besarla de nuevo por fin.

— Y yo a ti — continuó con el beso y terminé volviéndola a refugiar entre mis brazos, con su cabeza apoyada en el hueco de mi cuello.

Dejé dos últimos besos, uno en sus labios y otro en su frente y salí de allí, asegurándome de que no había nadie por el pasillo. Luisita esperó un poco más para hacer lo mismo, pero yo ya solo pude ver cómo se reunía con su hermana, justo cuando el autobús arrancaba ya para comenzar el viaje y nuestras miradas conectaban por una última vez.

Me recliné un poco en el asiento y Ona enseguida se acercó a mí para saber si estaba bien, le dije brevemente que sí, pero que prefería estar sola un rato y conecté mis casos, evadiéndome un poco en mi música. Puse una playlist un poco triste y me di cuenta de que, aunque intentara ser la fuerte de las dos, aquella situación también me estaba superando y no poder estar con Luisita mientras ocurría todo aquello, más aún.

Desbloqueé el móvil un momento y le envié un mensaje a la rubia y otro a Lourdes, puesto que, sin que nadie más lo supiera, me mantenía en contacto con ella también para que me fuese informando de si veía alguna cosa rara y que cuidara sobre todo de Luisita ya que no lo podía hacer yo y, a decir verdad, tanto ella como Ona eran las mejores amigas que nos podríamos haber encontrado ambas por el camino.

Me quedé un rato pensativa, mirando el paisaje de Castilla que íbamos dejando atrás y sentí que una lágrima caía por mi rostro, no tenía mucho motivo, pero sabía que de alguna manera necesitaba soltar todo aquello que me estaba oprimiendo un poco y, justo, cuando sentí que me encontraba a punto de terminar de romperme en aquel asiento del enorme autobús, mi amiga me abrazó y se preocupó de que nadie más se diera cuenta y de que tuviese a alguien con quien desahogarme y soltar todo lo que tenía acumulado dentro.

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora