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La cena con Amelia y todo lo que vino después fue una maravilla, como un sueño del que por desgracia tuve que despertarme para seguir afrontando mi realidad, nuestra realidad.

Amelia y yo regresamos en taxi al hotel y cada una se fue directa a su habitación. Yo saludé a Lourdes, que estaba ya metida en la cama, con un beso en la mejilla y, nada más ver mi cara simplemente le salió abrir las sábanas de mi lado y refugiarme entre sus brazos. Conseguí dormir de primeras gracias a aquel contacto tan familiar que me ofrecía mi amiga, pero, una vez entró de lleno la noche, me desvelé, sintiendo a mi mente más activa de lo normal a esas horas.

No sabía qué hacer, cómo afrontar la odisea que había en mi cabeza. Por una parte, quería decírselo a Amelia, ponerme por delante y confesarle mis sentimientos, pero aquello a la vez me daba miedo, demasiado miedo. Me giré, mirando hacia la pared y la vi allí con su sonrisa tan perfecta, con esa manera de mirarme que solo ella era capaz de demostrarme. No podíamos ser amigas, era imposible, porque cada vez que la veía solo tenía unas ganas irrefrenables de besarla, de demostrarle que conmigo sería la persona más feliz del mundo, de empujarla contra la pared y dejarle claro por qué era diferente.

El poder rozar con los dedos algo que nunca iba a tener, solo hacia todo más agónico y doloroso. Saber que el plan más tonto con Amelia era el momento más perfecto simplemente porque hacer cualquier cosa con ella lo era, que podíamos estar en una cena romántica en una azotea cara de Madrid o tiradas en el césped del Retiro, pero que me daba igual porque con ella me apetecía todo, que el tiempo siempre volaba y yo me lo pasaba perdida en su sonrisa. El haber probado sus labios tampoco ayudaba a que pudiera verla como una amiga...

Tenía claro que debía confesarme, contarle mis sentimientos y darme mi espacio con ella. No podía estar tan cerca sabiendo que sus labios no podían ser míos, si no podía verla despertar a mi lado, pasear agarradas de la mano.

Por otra parte, no entendía del todo la actitud de Amelia, a veces sentía que me seguía el rollo, que me buscaba y eso hacia todo mucho más complicado. Tenía que cortar ese juego que solo iba a llevarme a estamparme contra un muro, porque en estas situaciones alguien siempre sale perdiendo y yo tenía todas las papeletas. Tenía que pensar en mí y ponerme como prioridad.

Me levanté para lavarme un poco la cara y beber agua después de las vueltas que había dado y me volví a meter en la cama, abrazada a la almohada. Cerré los ojos y comprobé que por fin el cansancio del día empezaba a dar sus frutos y comenzaba a quedarme dormida
La alarma me despertó, remolonee un poco y maldecí para mis adentros.

Apenas hacía un par de horas que había conseguido quedarme dormida y ahora ya me tocaba prepararme, desayunar rápidamente y coger el autobús junto al resto de mis compañeras que nos llevaría hasta Zaragoza

Lo hice todo en tiempo récord y bajé al restaurante a servirme un café rápido para espabilarme y coger algo de comer por si me entraba hambre en el viaje. Apenas eran las 7 de la mañana y mi estómago no admitía mucha comida en aquel instante. Subí directa al autobús, pensando que era la primera, pero estaba completamente equivocada, Amelia ya estaba allí preparando sus cosas para el trayecto. La saludé en voz baja y me fui a la otra punta del autobús, sentándome en el asiento que daba contra la ventana. Apoyé mi cabeza en el cristal y resoplé sintiéndome mal después de la cara que se le había quedado a la morena. Lourdes subió poco después, sentándose a mi lado y pude ver como casi a continuación lo hizo también Laura entregándole un café, mientras Amelia se lo agradecía con un beso en los labios. Choqué mi frente contra la ventana y enseguida sentí como una lágrima se deslizaba por mi mejilla, siendo la primera de unas cuantas que caían ya sin cesar.

- Eh, Luisi - dijo Lourdes enseguida al sentir como mi cuerpo temblaba - Ven aquí, anda - sentí su mano apoyarse en mi hombro derecho para recogerme y abrazarme, intentando que nadie se diera cuenta de la situación

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora