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Recorría rápidamente los pasillos del hotel con el único objetivo en mente de llegar cuanto antes a la habitación. Desde que Luisita se había convertido en mi nueva compañera, ese lugar pasaba a ser de repente mi sitio favorito en el que querer estar, obviamente solo porque ella me espera allí.

Había sentido la necesidad de hablar con Laura después de lo que Luisita me había contado. Llevaba sin verla casi un mes debido a las vacaciones y, aunque sabía que este quizás no era el momento ideal, no quería alargarlo mucho más. Ona me había dado un toque advirtiéndome de que Luisita y yo estábamos siendo muy obvias en el entrenamiento y bueno creo que Laura y yo nos debíamos una pequeña conversación. Apenas duró unos minutos, pero me sirvió para quedarme mejor con todo este tema y en cierto modo me sentí liberada.

Ya visualizaba al fondo nuestra habitación, fui buscando en mi mochila la tarjeta para poder abrir y entré encontrándome con Luisita colocando sus cosas en el armario.

—Qué poco has tardado — dijo Luisita girándose al escucharme entrar.

—Sentía que tenía que hablar con ella, pero solo estaba pensando en volver aquí contigo — le contesté acercándome a su posición.

—¿Todo bien? — me preguntó.

—Todo bien, pero ahora aquí mucho mejor.

—Ya, qué zalamera eres... — me dijo llevando su mano hacia mi cara para mirarme a los ojos — ¿Seguro que todo bien?

—Sí, de verdad. No le ha pillado por sorpresa y al final creo que ambas deseamos lo mejor para la otra y que sea feliz. Ella solo me ha preguntado si yo era feliz.

—¿Y qué le has dicho? — me preguntó curiosa.

—Que estoy feliz y me siento muy bien últimamente.

— Me alegra mucho escuchar eso — Luisita se acercó aún más a mí y yo sonreí — Y entiendo que es un proceso difícil y que necesitabas esta conversación por el bien de todas — asentí.

— Bueno... — dije colocando mi mano en su cintura para que nuestras frentes quedaran casi juntas — tú y yo teníamos algo pendiente, ¿no?

— ¿Sí? Yo no me acuerdo de nada, a lo mejor necesito que me refresques un poco qué era — yo negué y, antes de que ella pudiera esbozar una sonrisa, capturé su labio inferior, tirando de él al terminar de besarla.

— ¿Así mejor? — le pregunté alzando una ceja.

— Me falta algo todavía — No dejé que siguiera y volví a atacar sus labios con más intensidad, dejando que nuestras lenguas se encontraran, mientras la iba guiando hasta el borde de la cama para empujarla suavemente y terminar yo cayendo encima de ella.

Mis labios comenzaron a descender desde su cuello hasta su pecho, recreándome a pesar de que todavía llevaba ropa, pero me gustaba hacerla sufrir. Sentí cómo Luisita se estremecía cuando mis dedos se colaban por debajo de su camiseta y terminaba deshaciéndome de ella.

— Joder, tienes las manos heladas — protestó.

— Enseguida me las calientas — pronuncié recorriendo su abdomen con mi lengua — Que tú estás ardiendo ya.

— ¿Te parece raro? Llevas calentándome todo el entrenamiento.

— Para nada, me gusta tenerte así — seguí con mi recorrido hasta llegar al elástico de sus pantalones, quitándoselos rápidamente y comprobando que no llevaba la misma ropa interior que yo le había visto al cambiarse en los vestuarios. Sonreí para mí y dejé un reguero de besos por sus piernas hasta llegar a aquel lugar que tanto me gustaba y que solo estaba cubierto por una fina tela. Dejé un pequeño beso, notando cómo a Luisita se le aceleraba la respiración por el contacto y seguí con aquel juego viendo cómo decidía no reprimir ningún gemido.

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora