Daba igual el tiempo que llevase jugando que todavía me ponía nerviosa ante enfrentamientos como aquel que teníamos ese día. Valencia se había reforzado muy bien en los últimos años y se había llevado casi todo el presupuesto de la liga, pero nosotras seguíamos siendo de los pocos equipos que podíamos seguir haciéndoles frente y hoy no iba a ser menos.
Estábamos ya en las finales de la competición y ellas habían conseguido el factor cancha después de quedar primeras en la liga regular. Sin embargo, era un año de bastantes despedidas en nuestro club y necesitaba que la que siempre había sido mi compañera se fuera a lo grande. Tan solo era el primer partido, pero una victoria en territorio rival nos daba un pequeño empujón para aquel título.
La entrenadora nos llamó para que nos acercáramos hasta el banquillo para las últimas instrucciones y, una vez saltamos a la pista, me fue imposible no observar la grada y buscar a Amelia con la mirada. Pude leer en sus labios cómo me animaba, acompañada de una sonrisa que me daba vida y comenzaba a aplaudir junto con el resto de la familia que seguía sin perderse ni un partido.
La morena se había retirado hacía ya varios años después de mucho pensar y plantearnos temas de futuro. No obstante, seguía muy ligada al club que la había acogido un par de años después de conocernos y ahora era la directora de la cantera del Perfumerías Avenida, logrando que aquellos conjuntos compuestos por niñas que soñaban con un futuro en el baloncesto, ahora tuviesen más posibilidades gracias a la gran inversión y compromiso que había hecho Amelia.
Los dos primeros cuartos fueron bastante complicados. El potencial valenciano se notaba en cada contraataque que hacían, golpeando duro nuestra defensa y cargándonos de faltas con bastante rapidez. Lourdes se tuvo que ir al banquillo al pitarle la segunda en apenas un minuto y noté en su cara cómo se sentaba enfadada tanto con el arbitraje como con ella misma.
En el descanso, Raquel sacó la pizarra y planeamos varias jugadas que habíamos tenido guardadas sabiendo que seguramente la presión del conjunto rival nos iba a hacer palidecer por momentos. La entrenadora volvió a confiar en nosotras dos para saltar a la pista y componer el resto del equipo con jugadoras más jóvenes que llevaban mucho menos tiempo, pero con las que habíamos conseguido hacer piña desde el primer momento. Al final, la experiencia y veteranía nos había permitido saber llevar al equipo mucho mejor que cuando empezábamos y teníamos muy bien cogido el rol de capitanas perfumeras.
Los pocos aficionados que se habían desplazado hasta allí, entre ellos nuestros familiares, intentaban apretar entre las miles de voces del conjunto taronja y, de alguna manera, empezó a obrarse el milagro. Nuestra defensa comenzaba a funcionar, bloqueando su ataque y logrando buenos balances ofensivos que nos metieron de nuevo en el partido.
Sabíamos que teníamos que dejar toda nuestra alma en los últimos diez minutos de partido y lo íbamos a intentar con creces. Escuché un grito de una Nora ya adolescente desde las gradas y aquello fue el último empujón que necesitábamos tanto la que ya era su madre como yo. Supimos hacer valer nuestra veteranía y jugar con la cabeza más fría, haciendo fuerte nuestro tiro de tres y sin forzar faltas tontas en los últimos minutos para terminar llevándonos aquel primer encuentro.
Abracé a mi amiga nada más terminar, sabiendo que habíamos conseguido el primero de los pasos de aquel camino final que teníamos por delante y salimos a saludar a las rivales antes de meternos en los vestuarios para darnos una ducha y cambiarnos lo más rápido posible.
— ¿Qué te queda? — le pregunté visiblemente nerviosa a Lourdes mientras terminaba de meter mis cosas en la mochila.
— Me pongo las zapatillas y estoy — me contestó — tranquila, Luisi, que llegamos de sobra.
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Un sueño compartido
FanfictionLuisita juega en el Perfumerías Avenida y Amelia en el Uni Girona. Más allá del baloncesto, creen que no tienen nada en común, pero, a veces, no todo es como parece. Fic escrito junto con @Improv_ISA