4

3.1K 265 123
                                    

Por desgracia, esta vez nos había tocado ir hasta Girona en autobús. Teníamos aún nueve horas por delante y habíamos salido prácticamente al amanecer, así que mi humor no era el mejor en estos momentos. Me había sentado al lado de Lourdes intentando dormir, pero me estaba resultando imposible. Ella estaba bastante despierta, pero como conocía mi humor a estas horas, no me había dicho ni una palabra y, como yo no podía dormir, pues iba a tratar de sacarle algo de información.

— ¿Te has follado a mi hermana? — le pregunté de manera directa con cara de pocos amigos y mereció la pena solo por ver su reacción.

Me puse a reír al ver su cara de susto, pero creo que eso ya me había confirmado que mis sospechas eran ciertas.

— Idiota — me regañó — ¿Qué pasa te has levantado graciosa? Con el mal despertar que tienes...

— ¿Y tú estás evitando contestar a mi pregunta?

— No lo estoy evitando, es que no te voy a contestar.

— Pues eso ya es una respuesta. Sabes que hay una ley de la amistad en la que no hay que meterse con ciertas personas o al menos hay que ser clara. Yo te conté cuando me lie con tu prima y eso que el grado de consanguinidad era menor.

— Es que no es lo mismo...

— Pero eso quiere decir que sí ¿no? — traté de sonsacárselo— Si yo te quiero de cuñadita, mejor que el cabrón que tuvo de marido. Además, las mujeres siempre más y mejor...

— Luisi, es que... no sé — me dijo dudosa y noté su incomodidad.

— Ey, no te preocupes. Te lo estoy diciendo de coña. Las dos sois ya mayorcitas para saber lo que hacéis, pero es que vosotras me hacéis interrogatorios que ni la CIA y a mí no me contáis nada...

— Fue una cosa tonta el otro día en la fiesta, pero no creo que tu hermana quiera nada más.

— Eso no lo sabes. ¿Tú quieres algo más?

— No sé, ya sabes que yo no soy de rollos como tú y María me gusta, pero tampoco sé si en ese extremo. Además, estamos en ciudades diferentes, yo creo que fue algo puntual y ya...

— Bueno mi aprobación de cuñada la tienes — le dije guiñándole un ojo.

— No te emociones que solo nos hemos liado un día y tú ya nos quieres casar.

— Que no, pero es verdad que María lo ha pasado muy mal y yo creo que le vendría bien explorar más la parte bollerística de su bisexualidad contigo o con quien sea — aclaré — y me refiero más a la parte romántica, no tanto a la sexual...

— ¿Vas a venir tú a dar consejos de romanticismo y de pareja?

— Oye que yo soy muy romántica, ¿a ver por qué te crees que todas caen rendidas a mis pies?

— Yo no caí.

— Y por eso hoy eres mi mejor amiga. Aunque también es verdad que cuando tú y yo nos conocimos, no era el bombón irresistible que soy ahora... — dije de broma señalándome de arriba abajo — seguro que, si ahora me pusiera a ello, caías, pero no le quiero hacer la competencia a mi hermana. Yo tengo principios.

— Eres muy tonta.

Seguimos charlando un rato más, hicimos una parada para comer y, a la vuelta, por fin conseguí dormir algo. Cuando desperté ya estábamos prácticamente en la puerta del hotel. Teníamos un par de horas para dejar las cosas en la habitación y descansar antes de ir a Fontajau al entrenamiento. Lourdes y yo hicimos nuestro ritual habitual, sacamos las cosas imprescindibles de la maleta, nos asomamos por el balcón y nos tumbamos un rato cada una en su cama a mirar el móvil.

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora