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Dejé a Ona y Txell en la casa en la que me había estado refugiando estos días y cogí el coche sin querer pensarlo más. Tenía un viaje de menos de una hora, pero entre el tráfico y la música que sonaba en la radio, apenas me dio para saber qué iba a decir.

Aparqué el coche de mi hermana, rezando para no darle ningún golpe al notarme ya algo más nerviosa y subí directa hacia el piso que nos recibió pensando que todo podía solucionarse, pero que vio poco a poco como las cosas se complicaban y aquel futuro se rompía.

Pasé por nuestra habitación, esa que estrenamos nada más llegar pensando que íbamos a estar bien aquí, que el cambio de aires sería el cambio necesario para nuestra relación, continué por la cocina donde Laura siempre estaba liada y terminé sentándome en el sofá del salón, sujetando una foto que teníamos allí las dos con el título que ganamos en Fenerbahçe el primer año que nos fuimos allí.

Toda la valentía con la que venía estaba empezando a desvanecerse. Las dudas de si era una buena idea todo esto estaban de nuevo acechando en mi cabeza. Si me iba ahora y dejaba todo tal cual, Laura no sabría ni que había estado aquí.

Sin embargo, cuando vemos la realidad frente a frente es muy difícil volver hacia atrás y yo tampoco estaba dispuesta a alargar nada innecesariamente por muy complicada que fuera la conversación que debía tener con Laura. Estaba tratando de prepararla en mi cabeza, pero ninguna de las palabras que elegía terminaba de convencerme. Al final, sabía que lo mejor era dejar que mis sentimientos hablaran por si solos de manera espontánea.

Sin darme cuenta, sentí como el ascensor se abría y segundos después se escuchaban las llaves de Laura abriendo la puerta. Cerré los ojos por un instante, negué con la cabeza como si así se fuera a despejar mi mente y aclarar todo lo que le iba a decir y me levanté para recibirla.

—Hola— saludó ella un poco extrañada— no te esperaba aquí — se sinceró

—Hola— respondí cogiendo su maleta y dejándola apoyada contra la pared — Sí, no sé, sentía que tenía que hablar las cosas.

—Vale, ¿cómo estás?

—Mucho mejor, estos días me han venido bastante bien para aclarar las ideas.

—Sí, a mí también.

—¿Qué tal estás tú?

—Bien, cansada.

—Ponte cómoda si quieres o si quieres descansar un rato hablamos después.

—No, no, tampoco podría dormirme así.

— Ya, normal - respondí con una pequeña mueca — ¿Qué tal el partido?

— Bien, conseguimos la clasificación, pero bueno, no creo que sea justo eso de lo que queremos hablar.

—No, la verdad es que no.

— ¿Has pensado algo? — soltó sentándose en el sofá mientras yo lo hacía justo enfrente de ella.

— La verdad es que sí. Le he dado muchas vueltas a lo nuestro, al futuro, a mi futuro — aclaré.

— ¿Y sobre el tema que hablamos antes de todo?

— También – asentí.

—Yo también he pensado mucho y he llegado a una conclusión.

—¿A cuál? — le pregunté con curiosidad.

—A que tengo muy claro que quiero ser madre.

—Ya - dije sin saber qué decirle - Yo, Laura... No, no sé.

—Sé que es un paso importante, pero lo tengo claro y aunque me encantaría que fuera contigo, si lo tengo que hacer sola lo voy a hacer igual.

—Para mí, es que la cuestión no es esa.

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora