35

4.7K 369 87
                                        

No sabía qué iba a hacer cuando la tuviera delante. No lo había meditado mucho, simplemente había seguido mis impulsos y ahora estaba aquí en su puerta dudando en si llamar o no. Respiré profundo y pulsé el timbre sin darle muchas vueltas porque no quería arrepentirme, aunque ni siquiera sabía si estaría en casa.

Había venido a la locura conduciendo sin parar desde Girona y en verdad ni me había asegurado de que estuviera aquí. No habíamos hablado nada en estos días y ahora el miedo se estaba agolpando en mi interior. ¿Y si había hecho todo este viaje para nada?

Sin embargo, escuché un ruido dentro de la casa que me confirmaba que sí se encontraba allí, pero ¿y si no estaba sola? ¿qué le iba a decir cuando la tuviera en frente? Me estaba empezando a parecer una pésima idea todo esto, pero ya no había marcha atrás. Mi nerviosismo estaba en aumento, empezaba a notar el calor incrementándose en mi cuerpo y cómo mis pulsaciones se aceleraban. Podía escuchar hasta mis propios latidos, pero de repente la puerta se abrió y la escena que vi me dejó sin aliento.

Luisita llevaba solo una camiseta larga y un moño despeinado, pero creo que no había visto nunca a nadie que se viera tan espectacular solo con eso. Mis ojos viajaron por sus piernas de manera inconsciente y sentí ganas de recorrerlas no sólo con ellos.

—Amelia, ¿Qué haces aquí? — me preguntó sorprendida y sacándome un poco de ese momento. Nuestras miradas se encontraron y se quedaron ahí unidas sin apartarse ni un solo segundo. Di un paso al frente para estar mucho más cerca y tiré mi bolso al suelo.

—No sé, Luisita. Me traes la cabeza loca —le dije mirando sus labios y acercándome un poco más — y no puedo más...

Había venido para aclararme y eso es lo que iba a hacer. Me lancé a besarla con unas ganas que me asustaron a mí misma. No me había podido sacar de la cabeza el momento ascensor y necesitaba comprobar de nuevo que lo que había sentido ese día no había sido solo un espejismo.

Devoré su boca con hambre y llevé mis manos a su cara para intensificar aún más el beso. Nuestras lenguas entraron en contacto y sentí como si un terremoto recorriera todo mi cuerpo. Desde luego, no había sido un espejismo.

—No, Amelia, para — me pidió Luisita intentando apartarse— no me hagas esto, por favor...

Se separó un poco de mí dejándome espacio suficiente para que entrara dentro de la casa y cerró la puerta.

—¿Qué te hago? — le susurré al oído mientras la empujaba contra ella y atacaba su cuello. Lo recorrí de abajo arriba muy lentamente con mi lengua provocándola y dejando una suave mordida al final.

—Como sigas un segundo más me voy a olvidar de mis principios, de Laura y de todo... — me contestó con la voz agitada mordiéndose el labio al final y a mí me estaba volviendo loca verla así.

—Me parece bien y ya no estoy con Laura—le expliqué mirándola fijamente y vi como sus ojos brillaron con intensidad— así que cállate y vamos a resolver esto de una puta vez.

—A tomar por culo todo entonces—me contestó ella y ahora fue la que vino a besarme sin ningún miramiento ya. Vino con todo, con todas las ganas acumuladas de todo este tiempo, con toda la atracción que habíamos desarrollado desde el minuto uno en que nos conocimos, con toda la tensión que había ido en aumento entre nosotras, con los sentimientos que ella me había confesado y que, aunque yo no le había dicho nada aún, también sentía. Nuestras lenguas se unieron al juego de nuestros labios, nos saboreábamos, nos reconocíamos. Era la primera vez que nos estábamos besando, siendo las dos conscientes de que queríamos hacerlo y no sintiéndonos mal por ello, y a mí, solo con este pequeño momento ya me temblaban hasta las piernas, pero quería y necesitaba mucho más.

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora