43

3.5K 317 54
                                        

Sentí una mano aferrada a mi cintura y me extrañé de primeras, justo hasta el momento en el que pude ver cómo sus rizos caían de forma desordenada y se perdían ligeramente entre mi hombro y mi cuello. Su olor me envolvía, un olor que me empezaba a resultar familiar y aquello me gustaba, me gustaba mucho para ser sincera.

Me giré lentamente, viendo que Amelia todavía dormía tranquilamente y me quedé unos segundos aprovechando las vistas que me ofrecía aquella distancia tan corta que tenía de su rostro. Sonreí al verla tan en paz y acaricié su mejilla suavemente con mis dedos intentando no despertarla. Estaba guapísima así, tan natural, tan ella.

Pude disfrutar de aquel momento, del silencio tan solo interrumpido por su respiración y por los pájaros cantando alrededor de los árboles que envolvían aquella cabaña que habíamos cogido improvisadamente y que al final era perfecta, aunque, bueno, creo que solo con el hecho de poder dormir a su lado después de este tiempo ya lo hacía perfecto. Amelia poco a poco fue abriendo los ojos y sonriendo al verme tan cerca de ella.

— Buenos días — le dije mientras recogía alguno de sus rizos traviesos.

— Buenos días — respondió ella justo antes de dejarme que atrapara sus labios para saludarla en condiciones — Como necesitaba esto — soltó nada más separarse.

— ¿Has dormido bien? — pregunté, mientras acariciaba su cintura con mi mano, juntándome aún más a ella.

— He dormido como un bebé, ayer me acabaste de rematar y yo creo que caí medio muerta hasta ahora.

—¿Quién? ¿Yo? — pregunté haciéndome la desentendida.

—Sí, tú.

—Mírala ella, la inocente que no hizo nada...

—Mereció la pena todo el cansancio. No sabes las ganas que tenía de volver a estar así contigo —me dijo acariciando con su mano dulcemente mi cara.

— Yo también, estas semanas se me han hecho eternas y el no saber concretamente cuando íbamos a volver a vernos, hacía que se pasara aún peor.

—Bueno por lo menos ahora sabemos que en menos de una semana nos volvemos a ver.

—Sí, pero aún tenemos un día por delante que quiero aprovechar al máximo — le dije yo sin querer pensar mucho en ese momento de separarnos de nuevo sino en disfrutar de cada instante que la tuviera conmigo.

—¿Y cómo quieres aprovecharlo? — me preguntó sugerente mientras sus dedos perfilaban muy suavemente mis clavículas.

—Pues mira — le dije subiéndome encima de ella sin previo aviso y acercándome a su oreja — quiero un buen desayuno.

— Cariño, pues tendremos que ir a comprar porque aquí no hay nada o ir a algún bar.

—Eso después, para el primer desayuno tengo todo lo que necesito aquí — le dije recorriendo de arriba abajo todo su cuerpo con mi mirada y dirigiéndome a su cuello para besarlo lentamente.

—Joder, Luisita — emitió en un suspiro que escapó de sus labios.

Me encantaba verla así, desnuda, debajo de mí, con los ojos cerrados, con sus rizos salvajes. Era preciosa y yo aún no me podía creer las vueltas que había dado la vida y la suerte que tenía ahora mismo.

Comencé a besar su cuello, dejando besos húmedos mientras descendía lentamente y mis manos exploraban todo su cuerpo y me detuve unos instantes mirándola a los ojos. No habíamos estado todavía muchas veces juntas de aquella manera, pero sentía que nuestra conexión era muy fuerte y que sus ojos desprendían un sentimiento diferente, algo que a mí también me estaba empezando a oprimir un poco el pecho. Desvíe mi vista y la centré en el resto de su cuerpo. Mis labios bajaron lentamente por su pecho, recreándome, disfrutando. Mis dedos jugueteaban ya con el fin de su estómago y, podía escuchar como su respiración se agitaba y se mostraba ansiosa por poder sentirme ya en su zona más íntima.

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora