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—Hola—saludó.

—Hola—respondí yo.

Nos quedamos ahí en mitad del pasillo mirándonos. No sabía cómo saludarla, la situación ahora estaba rara, pero ella creo que leyó mis pensamientos porque se acercó y dejó dos besos rápidos en mis mejillas. Cuando estaba separándose, la pillé mirando mis labios y juro que esta mujer me iba a volver loca. ¿A qué coño estábamos jugando?

—¿Qué tal? ¿ha sido duro el viaje? — le pregunté tratando de cortar un poco con la tensión del momento.

—Sí, estoy muerta. Solo quiero meterme en la cama—me dijo y me fijé en su cara de cansada, pero aun así, estaba preciosa y yo estaba muy perdida.

—Pues tenemos un largo día por delante…

—Ya, sobreviviré imagino.

De repente, vi como Laura salía también de la que suponía era su habitación y se aproximaba a nosotras.

—Hola Luisa, ¿qué tal? —me saludó con dos besos al igual que había hecho Amelia.

—Todo bien, no tan muertas como vosotras ¿no?

—Sí, vamos a ver si nos tomamos un café y nos venimos arriba—me contestó ella amable y yo por dentro me estaba sintiendo fatal solo de mirarla y saber lo que había pasado.

—Voy a hacer una llamada—dije como excusa para salir de ahí—nos vemos luego.

Hui a mi habitación lo más rápido que pude, pero ¿qué más podía hacer? Presentía que iba a tener un par de semanas bastante incomodas con toda esta situación. Además, Amelia parecía que estaba como si nada hubiera pasado y eso me confundía más.

Ojalá fuera más ese tipo de persona que se la suda todo y, aunque para quién no me conocía, podía dar esa impresión, la realidad es que era todo lo contrario. Era una persona que le daba muchas vueltas a las cosas y que, sobre todo, no me gustaba que mis actos pudieran hacer daño a los demás y menos siendo consciente.

Estuve un buen rato en la habitación hasta que subió Lourdes indicándome que teníamos una hora para descansar antes de que el autobús nos recogiera. El cuerpo técnico había decidido darnos ese tiempo extra para que nuestras compañeras que se habían incorporado a última hora pudieran desayunar tranquilamente y descansar un rato. No es que me diera tiempo a mucho así que entre arreglarme y estar con el móvil se me pasó el tiempo volando.

A la hora prevista, el autobús ya nos estaba esperando en la puerta y nos llevó hasta el pabellón donde entrenaríamos y tendríamos la primera toma de contacto.

Nos cambiamos tranquilamente en los vestuarios mientras hablábamos de nuestras cosas y salimos a la pista para empezar con el calentamiento antes de recibir las primeras instrucciones por parte de Susana.

Nuestra entrenadora quería empezar con la práctica de diferentes jugadas, especialmente pensando ya de cara al Eurobasket. Ya éramos un grupo bastante consolidado puesto que seguíamos las mismas que jugamos en noviembre, por lo que no le era tan difícil decidir qué posición ocuparíamos cada una en cada acción.

Las estuvimos practicando, atendiendo bien a las señas que nos proporcionaban y a continuación Susana decidió plantear un 5x5 para poder aplicarlas en juego.

—Luisi, Amelia, Lourdes, Raquel y Marta por un lado— comentó organizando los equipos— Cristina, Laura, Nadia, Lia y Bea por otro.
Nos dividimos y, en mi interior algo se bloqueó un poco al ver con quién me había tocado. No era normal que Amelia y yo, jugando en la misma posición, compartiéramos equipo, pero tampoco iba a quejarme. La entrenadora me pasó el balón para que comenzara nuestro equipo y rápidamente marqué jugada, siendo Amelia la primera en seguirme el juego, bloquear, abrirse y recibir mi pase sin mirar para anotar desde el tiro exterior.

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora