60

2.2K 260 36
                                        

Vi que Amelia no podía dejar de intercambiar su mirada entre la pantalla del móvil y mi cara y cómo se estaba empezando a enfadar al ver las confianzas que seguía teniendo el anónimo y lo vigiladas que nos tenía a ambas. Se llevó las manos a la cara, un poco desesperada y terminó levantándose de la cama, caminando de un lado a otro de la habitación.

— Tienes que denunciar, Luisita, esto no puede seguir así — soltó después de un silencio que me había hecho hasta temblar de la angustia.

— Estoy cerca, Amelia, si está aquí es más fácil localizarlo.

— ¿Y si te hace algo? Joder, sabe perfectamete dónde estás en cada momento, y ¿si hay cámaras o cualquier mierda aquí dentro ahora mismo? Lo siento, pero no veo que lo tengas tan cerca y esto me está empezando a dar mucho miedo. Se trata de un loco y puede aparecer cuando menos te lo esperes.

— Podré defenderme, de verdad, por ahora solo son mensajes y puedo jugar con la atracción.

— Luisita, estamos hablando de un tío que sabe perfectamente que estamos durmiendo en la misma habitación del hotel, que sabe dónde vives, que deja anónimos en el buzón de tu casa. Esto ha dejado de ser un juego.

— Yo no he dicho que sea un juego, pero creo que puedo solucionarlo sin necesidad de meter a la policía en esto.

— No te entiendo, de verdad que no.

— ¿Y qué hago? ¿denuncio? ¿y espero tranquilamente sentada en el sofá de mi casa sin hacer nada más mientras ese tío se piensa que puede hacer conmigo lo que quiera? Pues no, prefiero plantarle cara y que vea que no es tan fácil, que sé enfrentarme a este tipo de cosas — solté elevando un poco mi tono de voz.

— No puedes ser más cabezota de verdad. ¿Y cuál es tu plan? ¿Ir de heroína y que en cualquier momento te coja y te haga a saber qué? ¿es eso lo que quieres?

— No, claro que no, pero es que eso no va a pasar, joder, que parece que no confías en mí.

— Y tú parece que no quieres ver cómo son las cosas.

— Claro que las veo, pero es que no voy a conseguir nada dejándolo todo en manos de la policía.

— Mira, de verdad, paso, está claro que no estás pensando ni te das cuenta tampoco de la gente que tienes a tu alrededor. — Amelia dijo aquello mirándome por última vez antes de coger la chaqueta e ir a la puerta de la habitación.

— ¿Dónde vas? — le pregunté levantándome de la cama.

— A dar una vuelta. Necesito estar sola. — abrió la puerta y se marchó dejándome allí sin saber ni cómo reaccionar.

Empecé a repasar todos los mensajes que habíamos intercambiado y traté de buscar algo que me llevara a alguna persona, pero no conseguí nada concluyente. Sabía que Amelia probablemente tendría razón, pero quería pensar que no era para tanto y que antes o después se aburriría y se acabaría el problema.

Escribí a la única persona que podía ayudarme en este momento para que viniera y no tardó mucho en llamar a mi puerta. La abrí con nervios a pesar de saber quién era, pero hacía semanas que la precaución y el miedo habían inundado nuestras vidas.

—¿Qué pasa? ¿Ahora si me quieres después de haberme cambiado por otra? —me dijo nada más entrar, pero cuando vio mi cara cambió el tono de broma — ¿Qué te pasa? ¿Dónde está Amelia?

—Hemos discutido y se ha ido a dar una vuelta.

—¿Por?

—Por esto —dije enseñándole el móvil y ella lo leyó con detenimiento.

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora